Uno de los mayores logros de Deseo de ser punk es esa voz adolescente en primera persona, extremadamente verosímil -algo mucho más difícil de conseguir de lo que se piensa-, una voz digna -cosa también harto difícil- que no pierde su singularidad ni siquiera cuando se exterioriza lo que Martina tiene de artificio narrativo, lo que tiene de artefacto. La voz de la chica te arrastra tras de sí e intentas saber más de ella y de la generación a quien Martina representa (aunque quizás no personifique).
Belén Gopegui, una de las voces más auténticas de la narrativa actual, propone una novela emocional, no sentimental. Una novela emocional y emocionante. Suscribimos, con pasión, una de sus tesis principales:
la necesidad, ahora y siempre, de una ética mínima, una ética de urgencia, para que no todo se vaya al carajo, y uno pueda caminar por este mundo con la cara alta o, al menos, sin demasiada vergüenza.
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