EE.UU.-Cuba: que todo cambie para que cambie de verdad

Norelys Morales Aguilera.-- El 17 de diciembre será un día en que cada cubano recordará qué hacía o dónde estaba cuando recibió la noticia del intercambio de prisioneros Cuba-EE.UU y el restablecimiento de relaciones diplomáticas, suceso trascendente informado simultáneamente por el presidente cubano Raúl Castro desde su despacho, y el norteamericano Barack Obama desde la Casa Blanca.

En las calles de Cuba, de punta a cabo, era reconocible la mezcla de alegría, triunfo, emoción, sorpresa... Ya estaban en la Patria Gerardo, Ramón y Tony, los tres que faltaban al quinteto de la dignidad, y Estados Unidos había reconocido su fracaso, dando la razón a la fabulosa resistencia de la familia cubana, sin renunciar a la sagrada independencia y autodeterminación.

Barack Obama se puso el traje de Nobel de la Paz dando el paso más audaz de sus dos mandatos presidenciales, saltando sobre la vieja humillación de que la pequeña islita y potencia moral, que se dijese a sí misma y al mundo, que había llegado el Comandante y mandado a parar aquel garito insular que precisaba de una revolución.

Como era de esperar, se disparó el andamiaje mediático internacional y las redes sociales, que se colmaron de comentarios de internautas, analistas y hasta “opinólogos” y gastados “cubanólogos” con los más variados enfoques, aunque la sorpresa por el triunfo y utilidad de la diplomacia sea la nota más sobresaliente. Millones de amigos de la Revolución contactaban a los cubanos de todos los puntos del planeta.

El pueblo cubano, más informado y suspicaz en política que lo que suponen los ilustrados analistas y políticos en Estados Unidos y otras partes, olfateaba y daba por descontado que algo se estaba moviendo en la dirección adecuada con los importantes medios norteamericanos editorializando a favor de la normalización de las relaciones, y los destapes de torpes operaciones injerencistas de la USAID por la agencia AP, así como algún gesto de cortesía hacia los presos políticos cubanos, que aún cumplían injusta condena en aquella nación.

Pero, aún embargados de emociones debe surgir la reflexión mesurada. El nuevo escenario trae esperanzas y abre a la revolución nuevos retos que requerirán toda la audacia de un pueblo que aprendió con Fidel a lidiar por sus derechos contra el imperio más poderoso que tuvo la humanidad hasta hoy. Ese imperio no ha perdido su esencia, aunque lo civilizado sea convivir con lo diferente, como indicó Raúl en su alocución y está por ver que lo será.

Al menos cinco aspectos no pueden escapar:

Primero: El establecimiento de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con Cuba socialista guiada por su Partido Comunista no implica la dejación de las leyes del bloqueo, que corresponde levantar al Congreso estadounidense en franca paradoja entre las adecuadas relaciones bilaterales y la hostilidad.

Segundo: Obama dijo que “Estos 50 años han demostrado que el aislamiento no funciona” y añadió: “Es hora de tener una nueva estrategia”. Enmascaró para qué es esa “nueva estrategia”, aunque no se requiera mucha intuición para suponerlo.

Tercero: Obama señaló que, “Nos enorgullece que Estados Unidos ha apoyado la democracia y los derechos humanos en Cuba en estas cinco décadas.” Puede que él se enorgullezca, pero en nombre de esos propósitos retóricos, 3 478 cubanos han muerto y otros 2 099 han sido mutilados, por acciones terroristas, organizadas, financiadas y perpetradas desde territorio norteamericano con la complicidad del aquel gobierno y sus agencias de inteligencia y subversión.

Es más, en el Comunicado de la Casa Blanca sobre el tema que apenas han abordado los medios, se dice: “La implicación de EE. UU. será de carácter fundamental siempre que corresponda e incluirá un apoyo continuo y sólido que perseguirá la mejora de las condiciones en materia de derechos humanos y la implementación de reformas democráticas en Cuba, además de otras medidas dirigidas a promover un mejoramiento de la situación para el pueblo cubano.”

Cuarto: Abruma que, en un momento histórico y cuando su país falta al ejemplo, el Presidente estadounidense diga, categóricamente, ingenuo, mal informado o por quedar bien con los ultraconservadores: “no dudo que persisten trabas para la libertad para los cubanos de a pie. Estados Unidos cree que ningún cubano debe enfrentar acosos, arrestos o golpizas simplemente porque ejerce el derecho universal de expresar su pensamiento, y continuaremos apoyando a la sociedad civil en ese asunto. Si bien Cuba ha hecho reformas para abrir su economía de manera gradual, continuamos creyendo que los trabajadores cubanos deben ser libres para crear sindicatos, de la misma manera que sus ciudadanos deben ser libres para participar en el proceso político.”

Quinto: No se puede de un plumazo pasar a segundo plano el contexto internacional. La crisis económica del modelo capitalista. La supuesta lucha contra el terrorismo. Eurasia se enrumba a una nueva guerra fría. Y, mientras se decide el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba manteniendo el bloqueo, Obama firma sanciones contra Venezuela, a quienes los sesudos de Washington consideran los sostenedores de Cuba. Lo que los cubanos resumimos en la frase “una jugada de carambola”.

Habría más aspectos a los cuales atender, pero la vida indicará el mejor rumbo. Confío en la sapiencia del gobierno cubano para defender nuestros cambios, nuestro socialismo y enmendar revolucionariamente las deficiencias que nos aquejan.

Comparto que Barack Obama ha tomado una decisión histórica que debe reconocérsele, pero que rueguen los que saben porque el resultado no sea la célebre frase de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Todo debe cambiar para que todo quede como está”./Cubahora.cu

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