Los corresponsales en La Habana, la guerra mediática y los mercenarios de la Isla

Norelys Morales Aguilera.- Las agencias noticiosas y los medios corporativos someten a Cuba a una sobre exposición mediática en determinados tópicos, como los derechos humanos, tratan de pasar por neutrales respecto a los llamados “disidentes” cubanos y someten a un silencio selectivo lo que pudiera contradecir determinados intereses políticos.

Los sucesos de la semana anterior son un claro ejemplo. El día 7 de diciembre la residencia del jefe de la representación diplomática de Estados Unidos en Cuba realizó un desayuno de trabajo para organizar las actividades por el día de los derechos humanos en la Isla y dar otras órdenes.

Los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana no convirtieron el hecho en noticia, y pericia profesional no les falta. Habrá que inferir que son las indicaciones que tienen de sus redacciones centrales porque allí estaban los “disidentes” que todos los días informan hasta colosales mentiras y la bloguera que estornuda y describe pulmonía, Yoani Sánchez.

Además, una reunión de los diplomáticos norteamericanos con personajes tan mediatizados como la propia Yoani Sánchez, el recordista de las huelgas que tan frecuentemente nos lo reportan como encarcelado, Guillermo “El Coco” Fariñas, Elizardo Sánchez con sus “listas” infladas hasta con artistas fallecidos hace más de un siglo o con las patéticas Damas de Blanco, obviamente, tendría que ser noticia.

Sin embargo, no lo fue, como tampoco el tuitazo revolucionario por los Derechos de Cuba.

Lo que sucede es que los respetables colegas, tienen órdenes precisas de a quién entrevistar, con qué fuentes elaborar sus despachos y a quiénes deben o no deben dar visibilidad.

Esta es otra parte la cara oculta de la guerra mediática contra Cuba. Si alguno se atreviera a revelar sus secretos profesionales, duraría en su puesto menos que un merengue en la puerta de un colegio y difícilmente volvería a algún medio corporativo. Es la verdad.

Me cuesta no sonreír con desprecio cuando alguno, técnicamente muy capaz, llama a los colegas cubanos o a mí, “oficialista” con una carga de sentido dirigida a la humillación, pero sé que saben que es inútil porque también conocen con cuánta honra se va en servir al pueblo al que se pertenece.


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