Bitácora de vida: Los elefantes también lloran…

Kari Krenn.─ Si existe un hecho conmovedor en el reino animal, es observar el duelo de una manada de elefantes ante los huesos de sus congéneres muertos…

En ese suave gesto, cuando acarician con sus trompas y de la manera más delicada a esos restos, que reconocen y que les son significativos, son equiparables a nuestros sentires humanos…

Los mueve el recuerdo de los suyos.

Los elefantes rinden homenaje como si fuesen capaces de entender el hecho de la muerte.

En su respetuoso comportamiento, de algo así como un rito funerario, uno no deja de estremecerse por el caudal de altruismo y empatía.

Solo ellos saben cuánto duele lo que duele…

Lo mismo nos sucede a nosotros, los humanos.

No hay parámetros; no existen reglas sobre cómo debe ser lo dolido.

No existe un “dolorímetro” que pueda explicar la intensidad de la pena…

Hoy un noble pueblo, mi amada Cuba, está en su duelo; duelo necesario para respirar profundo y alzar después, de nuevo, la cabeza.

Un pueblo que dio muestras de solidaridad extrema y que, habiendo recuperado hasta la última víctima, recién hoy libera su pena…

Un pueblo que no buscaba “cuerpos”, sino personas… hermanos, hijos, padres, amigos.

Esa es fue la sutil diferencia: el concepto de la búsqueda.

Por eso no se decretó duelo antes: la esperanza estaba flameando como una llama pequeña en el alma de su gente y mientras esa ínfima flama crepitara nadie bajaría los brazos, rendidos.

Se esforzaron denodadamente, hasta encontrar a la última persona.

No descansaron.

No dejaron de buscar.

Hoy saben que la luz se ha apagado.

Hoy lloran…

Pero los odiadores de siempre, salieron con su pura hipocresía, a destilar su acostumbrado veneno.

¿La excusa?

Que el gobierno cubano no había decretado duelo antes…

Se les notó mucho, a esos apologistas de la maldad, que nada saben de  leyes de  ética y  comportamiento moral. Comportamiento que guía los protocolos de acuerdo a las prioridades.

¿Sería quizás que el presidente, mi querido amigo Miguel, ese presidente cercano, estaba codo a codo con su gente, desde el minuto 1, preocupado y ocupado en resolver las consecuencias de esa desgracia?

Él llegó de inmediato...

No se desentendió del accidente...

No desapareció de la geografía del desastre...

Dio aliento, calmó ansias, sostuvo a los suyos: su pueblo.

Evidenció una respuesta diametralmente opuesta a la que dio, por ejemplo, el presidente de los eeuu, cuando colapsó el bloque de condominios de Surfside, en el condado de Miami-Dade, el año pasado, con el triste resultado de 98 personas fallecidas.

Las noticias así lo referían:

“El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció este martes (29.06.2021) que prevé viajar el jueves a Florida para visitar el lugar del derrumbe parcial de un edificio de 12 plantas de Surfside (Miami-Dade) que ha dejado al menos 11 fallecidos y 150 desaparecidos. Así lo confirmó el mismo mandatario en la Casa Blanca antes de viajar a un acto en Wisconsin”.

Las comparaciones suelen ser odiosas… pero...

Uno no puede explicarse desde la lógica que, en un triste accidente ocurrido un 24 de junio, su presidente haya ido de “visita” 8 días después de acaecido...

Eso produjo un extraño ruido en quienes nos movemos desde, por y para el amor.

Probablemente el acto en Wiconsin era más relevante que el dolor y la muerte…

Ahora…

¿Qué pudo ser más relevante que el dolor y la muerte?

No lo sé…

Ni los elefantes lo sabrían. 

No. 

Ellos acuden al lado de los suyos, con los miembros de su manada, con su dolor a cuestas.

A estas alturas ya sabemos que los odiadores critican lo que les conviene, esa es una prístina verdad.

Sus sesgos mentales son infinitos.

Es innegable pensar que son incapaces de sentir algo parecido a la compasión. Tienen inmunidad ante el amor y ese es su orgullo.

¿Pensarán alguna vez, de manera fugaz, que ellos también son efímeros?

Efímeros como la hierba que pisan los elefantes, efímeros como cada uno de nosotros, que no sabemos ni podemos imaginar, en qué esquina de la vida nos sorprenderá la muerte…

Verlos odiar así y estremecerme con la pregunta:

¿Se detendrían ante sus tristes huesos, los elefantes al llegar?

¿O les pasarían de largo, sin observarlos siquiera?

No lo sé…

No sabremos…

Allá ellos y sus miserias.

Ahora los que amamos a Cuba y a su gente, solo entendemos de silencio.

Silencio…

El necesario silencio.

Hagamos silencio...

No perturbemos hoy al digno pueblo, que en estos momentos llora.

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