“En Venezuela marcha una provocación dirigida personalmente por el imperio estadounidense (…) no cabe duda de que Trump pretende montar un golpe de Estado en el país”, afirmó el Presidente Nicolás Maduro el pasado 24 de enero, y los hechos no han hecho otra cosa que probarlo.
Los altísimos decibeles contra Venezuela del discurso del Presidente Barack Obama, primero, y de Donald Trump, después, con el inflamable senador Marco Rubio de Mariscal de Campo en Cúcuta, no es un sarampión que eventualmente terminará por pasar, si logran o no sus objetivos. Está en la arquitectura del sistema de seguridad nacional estadounidense e incluye las redes como territorio de primer orden para los objetivos del gobierno estadounidense, cuyas operaciones de influencia global no son ataques dispares contra el enemigo de turno.
El Departamento de Defensa a través de la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) creó el Social Media in Strategic Communications (SMISC) con el doble objetivo de “identificar y contrarrestar las campañas de desinformación y de decepción del enemigo en las redes sociales, reduciendo la capacidad del adversario de manipular del entorno informativo”. El programa fue develado en el 2011 y, supuestamente, concluyó en el 2015 después de una ola de críticas, aunque especialistas en el tema aseguran que sus estructuras siguen tan vitales y actuantes como entonces.
En el 2010, el Departamento de Estado creó el Centre for Strategic Counterterrorism Communication (CSCC), que sigue utilizando abiertamente las redes sociales como plataforma para contrarrestar la “propaganda enemiga”. En palabras de su fundador, el embajador retirado Richard LeBaron, “el CSCC materializa la especialización de la diplomacia pública en el campo de las redes sociales, como los equipos SEAL se especializan en acciones contraterroristas en el plano táctico”.
El CSCC cuenta con tres equipos multidisciplinares: Inteligencia y Análisis, Planes y Operaciones, y el Digital Outreach Team (DOT), encargados del planeamiento, análisis, diseño y producción de las campañas gráficas y su seguimiento. Su capacidad de interacción en Twitter es casi en tiempo real y alcanza un elevado nivel de interacción en conversaciones con extremistas de todas partes del mundo.
“Los combatientes son guerreros cibernéticos profesionales, empleados del gobierno de Estados Unidos o contratados en terceros países, además de experimentados guerrilleros aficionados que persiguen objetivos muy bien definidos con precisión militar y herramientas especializadas. Cada tipo de combatiente trae un modelo mental diferente al conflicto, pero usa el mismo conjunto de herramientas”, afirma Renee DiResta en su ensayo “The Digital Maginot Line”.
Esos entramados están ahora mismo operando en Venezuela, como lo han hecho en otros escenarios. Estas campañas a menudo se perciben como un caos orgánico impulsado por acciones emergentes en línea y acciones de aficionados, cuando de hecho son ayudadas o instigadas por entes estatales e institucionales sistemáticas que van de arriba hacia abajo con entramados jerárquicamente bien establecidos.
Exactamente lo que se percibe cuando sacamos la cabeza del bombardeo noticioso en el timeline de Twitter y nos aparece como eje informativo de todos los canales tradicionales y digitales la escuadra Trump-Rubio-Pompeo-Bolton-Abrams, que a diferencia de otras guerras, por primera vez, ha montando la operación golpista un día ampliamente publicitado -el 23 de febrero-, y en un espacio geográfica y públicamente definido: Cúcuta.
La prueba de la rectoría política de Estados Unidos en la campaña digital está a la vista. Basta con seguir la línea del tiempo de Marco Rubio en Twitter. El 23 de febrero envió más de 50 mensajes y retuits para inducir acciones violentas contra el gobierno de Nicolás Maduro, incluida la incitación al magnicidio, que viola abiertamente los términos y condiciones de esta plataforma social:
La herramienta Account Analysis de Luca Hammer refleja la agitada actividad anti-venezolana en Twitter del Senador, que el 23 de febrero dirigía desde Cúcuta el cuartel general de la provocación contra el país sudamericano. Según esta herramienta, del 21 al 23 de febrero, las etiquetas más tuiteadas por Marco Rubio fueron: #Venezuela (149), #Maduro (22), #MaduroRegime (15), #Colombia (11), #Cuba (11), #Caracas (7) e #Israel (7)
En esos más de 50 tweets del 23 de febrero, el Senador adelantó la información de acciones que estaban previamente diseñadas para inculpar al chavismo, como la fake news de que militares cubanos participaban en operaciones en territorio venezolano, sin aportar prueba alguna.
Por ejemplo, en el siguiente tweet responsabiliza al gobierno venezolano de asesinar a civiles e incendiar tres camiones, poco antes de que las redes se inundaran de videos, testimonios, fotos aéreas e información que probaban que el incendio se había producido del lado colombiano, y que la principal víctima de las agresiones fue la fotógrafa chilena Nicole Kramm, blanco del ataque perpetrado por seguidores del presidente designado por EEUU, Juan Guaidó, en la frontera colombiana:
La sala situacional para la guerra informativa, trasladada en pleno a Cúcuta como se aprecia en esta foto que sacó de sus casillas a Marco Rubio, mostró cómo las redes sociales no son exactamente foros sin moderación. Estados Unidos dirigió la campaña y no solo actuó al margen de la regulación tradicional de los medios, sino contra las propias normas de las plataformas sociales y hasta contra un mínimo de normas básicas que se supone debe contener la actuación de políticos y parlamentarios en el mundo.
El uso de fake news ese día no solo ha evidenciado una profunda corrupción de políticos que no dudan en utilizar la mentira y la manipulación para lograr sus objetivos, sino que la mentira y la desinformación se planificaron previamente y se utilizaron deliberadamente para encender la mecha de la guerra con actores interesados, más que en proveer información, en producir reacciones políticas, polarizar y “prender fuego” en los territorios virtuales y físicos.
Tomado de Apuntes preliminares sobre la guerra en las redes contra Venezuela
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