Investido con el cargo de presidente constitucional, que el pueblo me confirió democráticamente, Andrés Manuel López Obrador expresó ante el Congreso de la Unión: No tengo derecho a fallar. Acepto el reto. Haré cuanto pueda para obstaculizar la regresión.
En la primera transición ordenada desde 2000, López Obrador garantizó la seguridad de las inversiones nacionales y extranjeras, pero en seguida anunció la separación definitiva del poder público del poder económico que, acusó, durante décadas se alimentaron mutuamente al cobijo del modelo neoliberal, que ha sido un desastre, una calamidad para México.
Haremos a un lado la hipocresía neoliberal, anticipó.
Después de colocarse la banda presidencial, con la ayuda de un cadete del Heroico Colegio Militar, y al inicio de un discurso de una hora y 22 minutos, López Obrador expresó un reconocimiento a su antecesor, Enrique Peña Nieto, por no haber intervenido –como sí lo hicieron Vicente Fox y Felipe Calderón– para frenar el resultado electoral.
Emitió un llamado urgente al Congreso de la Unión para aprobar la iniciativa de Morena para crear una guardia nacional a partir de las policías Militar, Naval, Federal e incluso los agentes del Cisen.
El Ejército y la Marina son instituciones fundamentales para garantizar la seguridad nacional, interior y pública. Si lo autoriza el Congreso, se replanteará el papel de las fuerzas armadas ante la inoperancia de las corporaciones policiacas, definió.
Sin embargo, ratificó que, como comandante supremo de las fuerzas armadas, no dará la orden de reprimir al pueblo ni seré cómplice o encubridor de eventuales violaciones a derechos humanos por parte de militares.
Reconoció que constituir una guardia nacional con soldados y marinos es polémico, pero acotó que aun cuando no todos los militares son intachables y que el Ejército ha participado en actos de represión por órdenes de la autoridad civil, en las fuerzas armadas no hay minorías corrompidas, no forman parte de la oligarquía ni están subordinadas a ninguna hegemonía o fuerza extranjera.
Con el manejo discursivo que lo caracteriza, respondió los lances de un PAN, que ayer se perdió en prácticas usuales en la izquierda –e incluso al priísmo– la única bancada que le pidió no pensar en la relección sino en la nación.
En la desmemoria, el panismo que en la pasada legislatura votó en contra de que los padres de los estudiantes de Ayotzinapa pudieran utilizar la tribuna, ayer gritó del uno al 43 cuando López Obrador propuso un punto final a los delitos del pasado, sujeto a una consulta popular. ¡Justicia, justicia!, clamaron.
Acodado en el atril, el mandatario los señaló con el índice derecho: Precisamente en el terreno de la justicia se pueden castigar los errores del pasado, pero lo fundamental es evitar los delitos del porvenir. En consecuencia, propongo un punto final a esta horrible historia. Hoy se constituye una comisión de la verdad para castigar los abusos de autoridad, para atender el caso de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa.
Incluso cuando los panistas y priístas le reclamaron bajar los precios de las gasolinas de inmediato, López Obrador ironizó: Ahora resulta que los que aumentaron el precio de las gasolinas piden que baje. Cuando terminemos la refinería de Dos Bocas bajarán los precios.
Al PRI, el Presidente le reviró: “Bajo ninguna circunstancia habré de relegirme. Por el contrario, me someteré a la revocación de mandato, porque deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder en sus manos.
En dos años y medio habrá consulta y se preguntará a los ciudadanos si quieren que el Presidente se mantenga en el cargo o pida licencia. Porque el pueblo pone y el pueblo quita. Y es el único soberano al que debo sumisión y obediencia.
El Presidente comprometió todo su esfuerzo para lograr el renacimiento de México y convertirlo en una potencia.
Gobernaré con entrega total a la causa pública. Dedicaré todo mi tiempo, imaginación y esfuerzo a recoger los sentimientos y a cumplir las demandas de la gente. Actuaré sin odios. No haré mal a nadie. Respetaré las libertades. Apostaré siempre a la reconciliación, anticipó.
Confirmó que trabajará 16 horas al día para dejar en seis años muy avanzada la obra de la cuarta transformación. Haré cuanto pueda para obstaculizar la regresión en que están empeñados conservadores y corruptos.
Explicó que, ante esa intención, su gobierno aplicará los cambios de manera rápida para que, si eventualmente “nuestros adversarios nos vencen, les cueste mucho trabajo dar marcha atrás. Como dirían los liberales mexicanos del siglo XIX, ‘que no sea fácil retrogradar’”.
Función del poder
En una evaluación del país que recibe, el Presidente consideró que es más severa y eficaz la condena al régimen neoliberal, dejar en claro su fracaso y evidente corrupción, que emprender una persecución.
Reprochó que el modelo neoliberal empobreció a la mayoría de la población y la obligó a la economía informal, a la emigración masiva o a la delincuencia. Resaltó que si bien la corrupción es un mal que siempre ha existido en el país, en el periodo neoliberal se extendió a tal grado que el sistema en su conjunto ha operado para ejercer esa práctica.
Definió: “Como en el Porfiriato, las máximas autoridades se dedicaron a concesionar el territorio y transferir empresas y bienes públicos, incluso funciones del Estado, a particulares nacionales y extranjeros.
No se trata, como antes, de delitos individuales o de una red de complicidades para negocios al amparo del gobierno. La corrupción se convirtió en la principal función del poder político, describió.
Sin embargo, señaló que, contra lo que podría esperarse, la nueva etapa del país se iniciará sin perseguir a nadie porque no apostamos al circo ni a la simulación. Porque, explicó, si se abrieran expedientes no sería para perseguir a chivos expiatorios, sino a los de mero arriba del sector público y privado.
Y en ese caso no habría juzgados ni cárceles suficientes. Y, lo más delicado, lo más serio, meteríamos al país en una dinámica de fractura, conflicto y confrontación. Ello nos llevaría a consumir tiempo, energía y recursos que necesitamos para emprender la regeneración verdadera y radical de la vida pública de México.
Consideró que se trata de un tema político de Estado y que su postura es el perdón y la indulgencia.
Que se castigue a los que resulten responsables, pero que la Presidencia se abstenga de solicitar investigaciones contra los que ocuparon cargos públicos o se dedicaron a hacer negocios al amparo del poder en el periodo neoliberal, agregó.
No facilitará el saqueo
En un anuncio que derivó en aplausos de legisladores y gobernadores de Morena, así como sus colaboradores, pero silencio en los espacios de invitados especiales donde se encontraban los grandes empresarios, explicó:
El otro distintivo del nuevo gobierno será la separación del poder económico del poder político. El gobierno ya no será un simple facilitador del saqueo. El gobierno no será un comité al servicio de una minoría rapaz.
Anunció que no se contratará más deuda, porque mientras Vicente Fox la dejó en 1.7 billones, Felipe Calderón la disparó a 5.2 billones, esto es más de 200 por ciento en solo seis años, pero con Peña Nieto se catapultó hasta 10 billones, lo que implica un pago, sólo por el servicio, de 800 mil millones de pesos al año.
Sobre sus proyectos, insistió en que en tres años funcionará el nuevo aeropuerto en Santa Lucía y que desde el 1º de enero entrará en vigor su propuesta de una zona libre en la frontera con Estados Unidos. ¡Hoy, hoy, hoy!, exigieron los panistas. De nuevo, el Presidentes les contestó: El día 1º de enero.
Se comprometió a que el Estado recuperará su papel de disminuir la desigualdad social y definió como inhumano utilizar el gobierno para defender intereses particulares y desvanecerlo cuando se trata de proteger a las mayorías.
No es lícito, no es jugar limpio defender la facultad del Estado para rescatar instituciones financieras en quiebra y considerar una carga el bienestar de los más necesitados, declaró.
Se esmeró en agradecer a los mandatarios y jefes de Estado que acudieron a su asunción. Y cuando mencionó a Nicolás Maduro, los panistas desplegaron una manta en la que se leía Maduro, no eres bienvenido y gritaron hacia las galerías, aunque el presidente venezolano no acudió a la ceremonia.
López Obrador cerró: “Estoy preparado para no fallar al pueblo. Cuando venía para acá, un joven en bicicleta me dijo: ‘Tú no tienes derecho a fallarnos’. Y ese es el compromiso con el pueblo: ¡No tengo derecho a fallar!”
La Jornada de México
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