Ya en 1953, la conquista de un nuevo poder revolucionario del pueblo pasaba por el primer plano en la mente de Fidel. Su inquebrantable objetivo se mezclaba con el espíritu de autosacrificio que caracterizó toda su vida política. Entre reveses y victorias, de 1953 a 1956 y hasta 1959, su pensamiento y su acción se inspiraron en este objetivo inquebrantable, asociado indeleblemente a tácticas creativas diseñadas para pasar de la aspiración a la conquista del poder popular, por medio de la revolución armada para hacerla realidad. Este fue el centro de la pasión de Fidel.
La sociedad actual, legada al pueblo cubano, encuentra sus orígenes en los territorios liberados durante las guerras de 1868 y 1895, la última de las cuales alcanzó nuevos niveles de organización bajo el liderazgo de José Martí y el Partido Revolucionario Cubano. Así, durante la segunda mitad del siglo XIX se sembraron las semillas de un nuevo poder que serían resucitadas y actualizadas por Fidel, según las nuevas circunstancias. El poder político local forjado en las áreas liberadas de la Sierra Maestra en el periodo 1957-1958, estaba virtualmente concebido como un Estado revolucionario dentro del Estado dominado por el poder neocolonial. El Movimiento 26 de Julio y el Ejército Rebelde fueron fundados y desarrollados por Fidel y sus camaradas, y crecieron como semillas del Partido Comunista de Cuba y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, respectivamente. Estas instituciones constituyen dos pilares para mantener y desarrollar el poder del pueblo, junto a la cultura socialista de Cuba, como su armadura.
En el transcurso de esta épica marcha victoriosa y en las siguientes décadas, Fidel contribuyó a la construcción de una nueva forma de hacer política dentro de la Revolución Cubana. Él fue un comunicador por excelencia, componente clave de la conquista y el mejoramiento del poder político. Entre otras dimensiones de su legado, su pensamiento y su acción constituyen una nueva cultura de la comunicación entre el líder y su pueblo. Veamos cinco ejemplos acerca de cómo la cultura política de Fidel y la nueva cultura comunicacional se impulsaron mutuamente.
Primero fue en 1953, cuando escribió La historia me absolverá, que fue difundida. Podríamos preguntarnos cómo es posible hablar del talento de la comunicación de un líder en su propia representación, en la búsqueda del poder político del pueblo, cuando se encontraba en prisión, confinado e incomunicado, lejos de las masas. Luego de la derrota del 26 de julio, el poder político no se veía siquiera en el horizonte. Sin embargo, a pesar de tan extremas restricciones, Fidel logró comunicarse secretamente con otros combatientes encarcelados, algunos presidiarios que purgaban condenas por delitos comunes, e incluso con guardias y empleados de la prisión. Antes y después de su defensa, su mundo había sido muy limitado.
En medio de este sistema de comunicación clandestino, y con unos pocos libros que logró reunir, preparó su defensa de memoria. Escribió y editó en su celda día y noche, memorizando cada palabra hasta el momento en que fue llevado a la corte. Solo una persona totalmente consagrada a la solución de los problemas de Cuba, y a abrirle el camino al poder del pueblo con la Revolución, podía optimizar hasta ese punto las escasas herramientas de comunicación a su alcance.
Una vez presentada su defensa de memoria, Fidel regresó a su celda y constató que el texto había desaparecido. Empezó entonces a escribirlo de memoria nuevamente. Algunas relaciones clandestinas cercanas en el interior y el exterior de la prisión le permitieron incluso ampliar su comunicación con la gente. Urdía su defensa pieza por pieza, utilizando métodos ingeniosos, como el uso del jugo de limón como tinta invisible, en pequeños pedazos de papel. Los papeles escritos con esa tinta pasaron a través de la seguridad de la prisión y, como lo había planeado, luego fueron tratados con calor para revelar la escritura y que se leyeran en La Habana.
Un puñado de personas en esa ciudad, particularmente las moncadistas Melba Hernández y Haydee Santamaría, se encargaron de reunir los pedazos de papel como si se tratase de un rompecabezas e imprimir el texto en forma de folleto. Inicialmente, Fidel dio instrucciones a estas dos mujeres, que formaban parte de su limitado entorno, para producir 100.000 ejemplares del alegato. El 18 de junio de 1954 escribió a Melba y a Haydee: “sin propaganda no hay movimiento de masas, y sin movimiento de masas no hay revolución posible”. Indudablemente, se inspiró en esta interacción con sus dos camaradas, quienes arriesgaron de nuevo sus vidas bajo la dictadura de Batista, como lo habían hecho en el Moncada. A su vez, ellas fueron animadas por el pensamiento de Fidel y su heroica resistencia desde la prisión. Entretanto, crecían los limones en el suelo fértil de Cuba, fertilizando el movimiento revolucionario a través de la creativa pluma de Fidel.
Una segunda ilustración es la singular habilidad de comunicación de Fidel en la defensa del poder del pueblo. El 8 enero de 1959, frente a una inmensa muchedumbre en La Habana, en contraste con las extremas limitaciones de su solitaria celda, dijo: “La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en adelante todo será fácil; quizás en adelante todo sea más difícil”. No hay duda de que el líder se inspiró en el júbilo del pueblo. Sin embargo, también hacía uso de su perspicacia frente a sus exaltados seguidores, al notar que tenía que convencerlos, como a la audiencia nacional de televisión, para que tomaran precauciones y fueran vigilantes en los meses y años venideros. Fidel y el pueblo convergieron en una entidad política e ideológica a través de su habilidad para comunicar. Resulta difícil afirmar si aquella declaración surgió espontáneamente de la atmósfera política de La Habana en aquel momento, dada su extraordinaria dote para sentir la pulsación de su pueblo, o si ya había pensado en ello. En cualquier caso, dijo lo que debía decir.
De un modo u otro existen muchos momentos memorables en los cuales su comunicación fue ciertamente espontánea, dejando tras de sí una huella indeleble del paisaje político cubano. Esto nos lleva a nuestra tercera ilustración, que tuvo lugar el 28 septiembre de 1960, cuando Fidel habló en La Habana frente a una muchedumbre. La transcripción hace una lectura acerca de la manera como muchos cubanos aún la recuerdan hoy, ya sea por su propia participación o por la inigualable memoria colectiva de la Revolución Cubana, por medio de la familia y los amigos. Cito:
(Se oye explotar un petardo). Fidel pregunta: ¿Una bomba? ¡Deja...! (Exclamaciones de: ‘¡Paredón!, ¡Venceremos!’). (Cantan el himno nacional y exclaman: ‘¡Viva Cuba!, ¡Viva la Revolución!’).
Continúa la transcripción:
(Alguien del público habla con el doctor Castro). (Se escucha una segunda explosión).
Y sigue Fidel:
“…No subestimar al enemigo imperialista. Sería un error subestimar al enemigo imperialista.”
Frente a la dramática amenaza apoyada por Estados Unidos en el corazón de la Habana, surgieron espontáneamente en los barrios y posteriormente con la guía de la dirección de la Revolución, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Estas organizaciones de masa fueron vitales para la Revolución Cubana. En 1961, su formación demostró ser indispensable para la defensa de Cuba contra las incursiones apoyadas y financiadas por Estados Unidos, y los actos terroristas concebidos para subvertir el poder político revolucionario. Los CDR, fruto de la dinámica de Fidel y el pueblo, también contribuyeron sustancialmente a gobernar a nivel nacional y local, especialmente de 1959 a 1976 —cuando en el país se consolidó un proceso de institucionalización que llevó a que se aprobara la Constitución socialista—, y de muchas maneras luego.
El Che, captando la esencia de esta insuperable comunicación entre el líder y el pueblo, escribió: “En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor.”
La cuarta ilustración se basa en un discurso de Fidel el 25 noviembre de 2005 ante estudiantes y profesores, en la Universidad de La Habana, con ocasión del 60º aniversario de su ingreso allí como estudiante. Fidel se ocupó de los problemas que enfrentaba Cuba, como la necesidad de ahorrar electricidad y oponerse a la corrupción. Su discurso fue subrayado por aplausos y risas, según el tema tratado. Al leer nuevamente la transcripción, esta permite un registro casi visual de la viva interacción del líder con estudiantes y profesores. Más allá de la mitad del discurso, concluyó con lo que pareció ser una frase instintiva, basada quizás en la apariencia de los rostros preocupados de los estudiantes, y en la experiencia de lo que había ocurrido en la Unión Soviética y en el campo socialista europeo:
“Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.”
Una vez más, la defensa y el posterior desarrollo del poder del pueblo fueron el centro del mensaje de Fidel. Luego de esta declaración, la interacción entre la audiencia y Fidel se aceleró. El Che había sintetizado la relación de Fidel y el pueblo también de esta manera. Cito textualmente:
“Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto.”
Más de 11 años después de aquella charla en La Habana, la corrupción sigue siendo un problema. Sin embargo, a pesar de estos y otros escollos, la Revolución del pueblo en el poder continúa invicta. Quizás una de las razones sea la madurez y la naturaleza estable de la vasta mayoría de la juventud cubana.
Existen innumerables ejemplos similares. Me viene uno a la mente: cuando, el 4 de febrero de 1962, más de un millón de cubanos colmaron la Plaza de la Revolución al llamado que hiciera el Gobierno Revolucionario para constituir la Segunda Asamblea General Nacional del Pueblo, durante la cual se aprobó por aclamación, la Segunda Declaración de La Habana. La semana pasada se celebró el aniversario 55 de aquella ocasión, en la que, al leer esa Declaración, Fidel Castro movilizó al pueblo tanto por el contenido del documento como por su extraordinario talento de comunicador para que se votara conscientemente a favor del texto. Este episodio me inspiró para emplear una foto de aquel momento histórico de la votación con la mano levantada, en la cubierta de mi libro acerca de la democracia en Cuba, publicado en 1999.
El quinto ejemplo, quizás una de sus principales reflexiones, es el artículo “El hermano Obama”, escrito el 27 de marzo de 2016. A simple vista podemos preguntarnos, como en el primer ejemplo acerca de la autodefensa 1953, ¿cómo un artículo escrito por el Presidente ya retirado, y en una estado relativamente delicado de salud, puede ilustrar la dinámica entre el líder y el pueblo por medio de una comunicación activa entre los dos, para la defensa de la Revolución? A pesar de que, con pocas excepciones, desde el 2008 ya no le era posible dirigirse a grandes multitudes e intercambiar con ellas, Fidel es Fidel. Él encontró una manera de comunicarse a través del periodismo, al cual estuvo unido a lo largo de décadas. Durante la visita de Obama y después de esta, un vivo debate se desató en la prensa cubana y entre la gente, con relación al enfoque dado a algunos de los discursos del presidente de Estados Unidos, lejos de crear unanimidad. “El hermano Obama” fue escrito en el contexto de esa controversia. A pesar de su estado de salud, Fidel sabía lo que estaba sucediendo en Cuba, y así su artículo tocó la fibra más sensible de la sociedad. El texto se onduló a través de las discusiones políticas que tenían lugar en ese momento y, ciertamente, a nivel internacional.
Así empezó Fidel “El hermano Obama”: “Los reyes de España nos trajeron a los conquistadores y dueños…”. Eso tocó las cuerdas sensibles en el interior y en el exterior de Cuba, de manera que Obama ya no podía ser juzgado ingenuamente. Existe una historia de colonialismo, neocolonialismo e imperialismo de la cual Obama no puede separarse. Sin embargo, una de las mejores y más centradas imputaciones de Fidel aún estaba por venir. Se refirió a la asombrosa afirmación de Obama: “ya es hora de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza.” Fidel se sintió obligado a responder: “se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del presidente de Estados Unidos.” Fidel, el periodista revolucionario, valientemente escribió lo que muchos cubanos y amigos de Cuba pensaban y escribían a su manera. Era como si de algún modo Fidel habitara nuestras mentes. Su oportuna intervención fue un enorme estímulo para el fortalecimiento y la defensa de la cultura socialista cubana. Esto fue captado por la vasta mayoría de los cubanos para proteger el poder político popular, la independencia y la dignidad y, con esto, todos los logros económicos, sociales y culturales de la Revolución.
Este es tan sólo uno de los muchos ejemplos de la asombrosa habilidad de Fidel para mantener su diálogo con los cubanos a través de su pluma. Del jugo de limón, utilizado como tinta indeleble en 1953, al empleo de instrumentos apropiados de escritura en 2016, existe un hilo conductor: la preocupación de Fidel por las necesidades del pueblo en su momento, expresada —para sintetizarlo— en su pensamiento marxista-leninista y martiano para guiar la acción con el objetivo de salvaguardar el poder político y los fundamentos de la Revolución Cubana. Así, en el transcurso de la historia, Melba y Haydee llegaron a ser millones.
A lo largo de su vida política Fidel contribuyó a esta nueva cultura comunicacional sin paralelo en la historia, dado su estilo único y perdurable, de 1953 a 2016. Este hace parte ahora del patrimonio de la Revolución Cubana, disponible para todo cubano o cubana que desee ponerlo en práctica. Pero Fidel estableció estándares muy altos, de manera que no es posible replicar su ejemplo, porque Fidel es Fidel. No obstante, su legado como comunicador es un modelo para líderes de todos los niveles, y para revolucionarios en general.
El legado de Fidel constituye también un patrimonio de la humanidad para guiar a escritores y periodistas en sus países, entre ellos Canadá, para mantener una comunicación estrecha y dialéctica con las necesidades y preocupaciones de la sociedad acerca de la cual y para la cual escribimos.
Presentación realizada en el Panel “Fidel, constructor de la nueva sociedad” del Coloquio FIDEL, POLÍTICA Y CULTURA. Feria Internacional del Libro, La Habana, 10 de febrero de 2017
Tomado de Rebelión.org
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