Leonardo Boff.─ Cada cosa o cada persona tiene muchas facetas. Como dije en cierta ocasión, cada punto de vista es la vista desde un punto. Cada uno ocupa un punto en este planeta y en la sociedad de la que forma parte. Y desde ese punto ve la realidad que ese punto permite ver. Así que no podemos absolutizar ningún punto de vista como si fuese el único. Esto da origen a los fundamentalismos y a las discriminaciones.
Tal pensamiento vale para los muchos puntos de vista que se están haciendo de la saga de Fidel Castro. Ningún punto puede abarcar todas las vistas.
Hay otro elemento a considerar. Cada ser humano posee su porción de luz y su porción de sombra. O dicho en el dialecto de la nueva antropología: cada ser humano es sapiens y simultáneamente demens. Es decir, cada ser humano es portador de inteligencia y de un sentido de vida. Es su momento sapiens. Y simultáneamente muestra desvios y contradicciones. Es su momento demens.
Ambos se dan siempre juntos. Esto no es un defecto de nuestra construcción. Es un dato objetivo de nuestra realidad humana que siempre debe ser tomada en cuenta. También vale cuando enjuiciamos la figura compleja de Fidel Castro: sus luces y sus sombras.
Quiero referirme a algunos puntos a partir de los cuales se me permitió una vista singular de Fidel Castro. El primero de ellos es la negación del TINA (There is No Alternative ). El sistema imperante de carácter capitalista dice que “no hay alternativa a él”. Él representa la culminación de las sociedades humanas. Fidel Castro mostró que con el socialismo puede haber una alternativa diferente a la capitalista, hoy en radical crisis de autorreproducción. La furia de USA contra Cuba y Fidel para destruir el socialismo cubano era para mostrar que no puede haber otra alternativa. Bien o mal, con los defectos que conocemos, el socialismo se presenta como otra forma posible de organizar la sociedad.
Un segundo punto a resaltar fue su interés por la Teología de la Liberación. Llegó a confesar que si en su tiempo hubiese existido la Teología de la Liberación (sólo comenzó a partir de 1970) habría asumido esta lectura para montar la sociedad cubana. Bajo la presión de la Guerra Fría se vio obligado a quedar del lado de la URSS y de ahí haber asumido el marxismo. Leyó y anotó nuestras principales obras, las de Gustavo Gutiérrez, de Frei Betto, de mi hermano fray Clodovis y mías. Los libros estaban todos anotados con varios colores. Y al lado una lista con preguntas y expresiones sobre las cuales pedía aclaraciones.
Otro punto relevante fue la invitación que me hizo durante el tiempo de “silencio obsequioso” que me fue impuesto en 1984 por el ex-Santo Oficio. Me invitó a pasar 15 días con él en la isla para profundizar cuestiones de religión, de América Latina y del mundo. Era amigo del Nuncio Apostólico. Apenas llegué le llamó por teléfono y delante de mi le dijo: “Boff está aquí conmigo. Yo mismo voy a cuidar de que observe el silencio obsequioso. Sólo va a hablar comigo”. Efectivamente visitamos toda la isla con conversaciones hasta muy entrada la noche. Anoté casi todo en tres gruesos cuadernos, pues quería transformarlo en material de un libro. Unos días después de volver de Cuba dejé los tres cuadernos en el maletero del coche mientras iba a hablar un momento con el cardenal don Aloisio Lorscheider, hospedado en casa de un amigo en Copacabana, cosa de 15 minutos. Al regresar vi que el maletero había sido abierto, no se llevaron nada, solo los tres cuadernos. Mi sospecha es que los servicios de seguridad de aquí o de fuera secuestraron el material.
Otro dato muestra la dimensión de ternura de Fidel Castro, cosa de la que muchos dan fe.
Tengo una sobrina con un tipo de reumatismo que ningún médico conseguía tratar. Hablé con Fidel a ver si era posible tratarla en Cuba. Me pidió todos los datos médicos de aquí. El mismo se encargó de hablar con los médicos cubanos.
Efectivamente no había cura. Cada vez que me encontraba, la primera cosa que preguntaba era: “¿cómo va Lola, su sobrina?” Esa memoria cariñosa y tierna no es frecuente en jefes de Estado. Generalmente donde predomina el poder no prevalece el amor ni florece la ternura. Con Fidel era diferente. Se alegró enormemente cuando le conté que un médico brasilero había inventado una vacuna cuyo efecto colateral era curar ese tipo de reumatismo.
Son pequeños gestos que muestran que el poder no necesita fatalmente oscurecer esa dimensión tan profunda que es la ternura y la preocupación por el destino del otro.
El legado de su persona carismática permanecerá como referencia para aquellos que se niegan a reproducir la cultura del capital con las injusticias de orden social y ecológico que la acompañan.
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