Cuba no cedió ante los golpes duros y tampoco cederá ante los golpes suaves

Con esta idea concluye Edmundo García su artículo, que sigue,  "Discursos y contextos sobre la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos".

En su discurso en la ONU y otros encuentros el presidente cubano Raúl Castro ha dicho que la normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU exige el levantamiento del bloqueo. El contexto de ese discurso no deja lugar a dudas, ya que no puede hablarse de normalización si permanecen leyes que atan, agencias que multan, persecuciones, sanciones, etc., contra la parte con que supuestamente se quiere entrar en una relación normal.

En este caso hay una clara consecuencia y correspondencia entre el discurso y su contexto; se presuponen mutuamente.

El presidente Raúl Castro también dice que el territorio que ocupa la base naval norteamericana en Guantánamo debe ser devuelto; es tan claro que forma parte de la soberanía de Cuba, que está admitido por Estados Unidos en la propia lógica que lo ha llevado a convertir esa base en cárcel: los presos deben estar allí porque es mejor tenerlos “fuera” del país; es decir, en Cuba. No los quieren en territorio norteamericano. Es lógico que se devuelva esa área ocupada ilegalmente si se aspira a normalizar relaciones.

La misma coherencia se puede encontrar en la posición cubana respecto a las mal llamadas radio y televisión Martí. Si de verdad se quiere normalizar relaciones, una de las partes (EEUU) no puede violar el espacio radioeléctrico de la otra (Cuba), ni mantener unas instituciones gubernamentales dedicadas oficialmente a difamar y tratar de derrocar a aquellos con quienes dice que desea normalizar relaciones. Así que el discurso cubano del cese de ese tipo de proyecto subversivo contra su soberanía nacional es totalmente coherente con el contexto político de una normalización de relaciones.

No tiene sentido que en el momento actual se mantenga lo que simplemente es una plataforma de publicidad y propaganda a favor de quienes pretenden destruir el orden político y social existente en Cuba. Es una violación y debe cesar. En este caso, repito, también el discurso y el contexto están totalmente complementados; veamos ahora cómo se comporta esta relación discurso-contexto por la parte norteamericana.

Barack Obama plantea que los cambios tendrán que llegar a Cuba irremediablemente. Ese es el discurso. El contexto real es que el presidente Obama, por mucho que se simpatice con él y se prefiera ante otros políticos extremistas y derechistas, solo está tratando de alcanzar por diferente vía, ante el evidente fracaso de la vieja política de 56 años hacia Cuba, el mismo objetivo de hacer caer el socialismo.

Hay que tener esto en cuenta como contexto para entender el discurso del presidente cubano respecto a que hay que defender y conservar el socialismo. Es necesario tener cuidado sobre dónde llegaría Cuba si se la trata de llevar hacia un capitalismo salvaje. Cuba puede perfeccionar el socialismo, hacer cambios, pero no puede aceptar que para normalizar relaciones tenga que convertirse en un país capitalista donde imperen la desigualdad y relaciones de mercado sin valores, sin justicia y sin solidaridad humana.

Por ese camino de provocar cambios anti socialistas, están llegando unos nuevos actores que hasta hace muy poco se expresaban abiertamente contra Cuba y que ahora, porque no les queda otro remedio, piden el levantamiento del bloqueo y promueven relaciones económicas con la isla. Por eso me ha llamado mucho la atención un panel auspiciado por El Nuevo Herald (ni siquiera por The Miami Herald) en su propia sede el próximo 6 de octubre, para promover inversiones y turismo en Cuba.

Para mi sorpresa, en ese panel aparece una persona que patrocinó sanciones de todo tipo contra Cuba, como el senador federal Mel Martínez, ahora como presidente para la región sureste de EEUU y América Latina de J.P. Morgan Chase & Co. Junto a Martínez el panel reúne a personas de distintos matices como Pedro Freyre, presidente de Ackerman LLP International Practice; Kendra Guild, de Marazul Charters; Arnold Donald, director ejecutivo de Carnival Corp (cuya nueva filial, Fathom, zarpará a Cuba a partir de la primavera del 2016) y Scott Laurence, vicepresidente para planificación de aerolíneas de JetBlue.

Es sorprendente que El Nuevo Herald esté promoviendo foros sobre negocios en Cuba, cuando hasta ayer mismo se mostraba como inflexible y obsoleto en ese aspecto. Tal parece que en los tiempos actuales el periódico miamense se ha quedado sin política editorial; o será que, como dice el colega Álvaro Fernández, nunca la tuvo por atender solo a los efímeros sucesos del momento.

Ese es el discurso del que se apropia ahora por necesidad El Nuevo Herald de Miami; pero el subtexto, no nos engañemos, es el de buscar la subversión por las nuevas vías abiertas, y ante el evidente fracaso de la confrontación violenta.

Como dijo un oyente de La tarde se mueve, ese panel sobre el futuro del turismo y los negocios en Cuba convocado por el periódico de la derecha miamense, es como si el diablo se pusiera a hacer las hostias.

También Google tiene un discurso de llevar internet a Cuba; pero, cuál ha sido el contexto y subtexto de la actuación de Google: la vigilancia de los ciudadanos, la cooperación con los servicios secretos, el haber actuado como promotor y soporte de las llamadas primaveras árabes. Así que no se puede confiar ingenuamente en declaraciones y buenas intenciones.

El discurso de Cuba, y también su contexto, es el del socialismo; son las ideas de Fidel y de Raúl. Nadie debe esperar, ni antes ni después del 2018, que Cuba entregue una soberanía que ha sabido defender por encima de los modelos plattistas. Cuba no cedió ante los golpes duros y tampoco cederá hoy ni mañana ante los golpes suaves.

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