Mark Weisbrot*.-- En un reciente artículo de opinión en el Washington Post, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton utilizó una reseña del último libro de Henry Kissinger, Orden Mundial, para dar a conocer su visión de “mantener el liderazgo de Estados Unidos en el mundo”. En medio de numerosas crisis a escala mundial, Clinton pidió volver a una política exterior con propósito, estrategia y pragmatismo. También destacó algunas de estas opciones de política en su autobiografía, Decisiones Difíciles, y la manera en que han contribuido a los retos que la Administración de Obama enfrenta ahora.
El capítulo sobre América Latina, en particular la sección sobre Honduras, una de las principales fuentes de los niños y niñas migrantes que están actualmente cruzando la frontera, ha pasado en gran parte desapercibido. En las cartas a Clinton y a su sucesor John Kerry, más de 100 miembros del congreso han advertido en varias ocasiones sobre el deterioro de la situación de seguridad en Honduras, especialmente después del golpe militar en el 2009 que derrocó al presidente democráticamente elegido, Manuel Zelaya.
Dana Frank, experta en Honduras, escribió en ForeignAffairs que el Gobierno posterior al golpe “recompensó a los partidarios del mismo con puestos altos en ministerios. Ellos abrieron la puerta, a su vez, para el agravamiento de la violencia y la anarquía…como las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, la Organización de los Estados Americanos, y Human RightsWatch han documentado…”. La tasa de homicidios, ya la más alta del mundo, aumentó en un 50% de 2008 a 2011; la represión política y los asesinatos de los candidatos políticos de la oposición, organizadores campesinos, y activistas LGBT aumentaron y continúan hasta el día de hoy. Los feminicidios se dispararon. La violencia e inseguridad fueron exacerbados por un colapso institucional general. La violencia relacionada con las drogas ha empeorado en medio de denuncias de corrupción en los servicios de la policía y el Gobierno de Honduras. Mientras las pandillas son responsables de gran parte de la violencia, las fuerzas de seguridad en Honduras también han participado en una ola de asesinatos y otros crímenes contra los derechos humanos con impunidad.
Sin embargo, a pesar de esto, tanto bajo el liderazgo de Clinton como el de Kerry, la respuesta del Departamento de Estado respecto a la violencia y a la constante impunidad de la policía y el ejército ha sido en gran medida solo silencio, junto con la ayuda continua de los Estados Unidos a las fuerzas de seguridad de Honduras. En Decisiones Difíciles, Clinton describe su papel en el periodo posterior al golpe de Estado que ha llevado a Honduras a esta situación. Su cuenta de primera mano es significativa no solo porque contiene una confesión verdadera de un hecho importante, pero también porque contiene un falso testimonio crucial. No vamos a acusar a nadie de mentir; al igual que los houyhnhnms en Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, quienes no tenían una palabra para mentir, solo digamos que ella ha dicho “lo que no es”.
En primer lugar, la confesión: Clinton admite que ella utilizó el poder de su oficina para asegurarse de que Zelaya no volviera a la Presidencia. “En los días siguientes [después del golpe] hablé con mis homólogos de todo el hemisferio, incluida la secretaria [Patricia Espinosa] en México”, escribió Clinton. “Nosotros establecimos las estrategias de un plan para restaurar el orden en Honduras y garantizar que elecciones libres y limpias se celebren rápidamente y de manera legítima, lo que haría que la cuestión de Zelaya sea irrelevante”.
Esto tal vez no sea una sorpresa para aquellos que han seguido de cerca el drama después del golpe (ver mi comentario de 2009 sobre el papel que jugó Washington ayudando a que el golpe tenga éxito). Pero la historia oficial, la cual fue debidamente aceptada por la mayoría de los medios de comunicación, era que la Administración de Obama en realidad estaba en contra del golpe y quería que Zelaya retornara a la Presidencia.
La cuestión de Zelaya era cualquier cosa menos irrelevante. Líderes de América Latina, la Asamblea General de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales reclamaron vehementemente su regreso inmediato a la oficina. La posición desafiante y antidemocrática de Clinton provocó un descenso en las relaciones de Estados Unidos con varios países de América Latina, algo que ha continuado hasta la fecha. Se ha erosionado la cálida bienvenida y el beneficio de la duda que incluso los gobiernos izquierdistas de la región le habían ofrecido a la recién instalada Administración de Obama unos meses antes.
Ahora sobre la “cosa que no es”: Clinton informa de que Zelaya fue arrestado en medio de “temores de que se estaba preparando para burlar la Constitución y prorrogar su mandato”. Esto simplemente no es verdad. Como Clinton debe saber, cuando Zelaya fue secuestrado por los militares y fue transportado fuera del país en pijamas el 28 de junio de 2009, él estaba de hecho tratando de poner una votación consultiva en la boleta electoral, no una votación vinculante. La encuesta iba a preguntar a los electores si querían tener un verdadero referéndum sobre una reforma de la Constitución durante las elecciones previstas para noviembre. Es importante tener en cuenta que Zelaya no era elegible para candidatear en esa elección. Incluso si él hubiera conseguido todo lo que quería, era cronológicamente imposible que Zelaya prorrogara su mandato. Pero esto no impidió a la extrema derecha en Honduras y los Estados Unidos utilizar acusaciones falsas de manipulación de la Constitución para justificar el golpe.
Además de su audaz confesión y aceptación de la narrativa de la extrema derecha en el episodio hondureño, el capítulo sobre América Latina está considerablemente a la derecha de su propia trayectoria en la región como secretaria de Estado. Esto parece ser un cálculo político. Clinton corre poco riesgo de perder votos al admitir su papel en hacer que la mayoría de los gobiernos del hemisferio estén indignados frente a los Estados Unidos. Por otro lado, hay grupos de interés influyentes y bastante dinero de campaña para recaudar de grupos de presión derechista con enfoque latinoamericano, como los cubano-americanos de Florida y sus recaudadores de fondos.
Al igual que los 54 años del fallido embargo contra Cuba, la posición de Clinton sobre América Latina en su candidatura a la Presidencia es otro ejemplo de cómo la derecha ejerce una influencia desproporcionada en la política exterior de los Estados Unidos. Como también hemos visto en el caso de la lucha continua de la República Argentina contra los fondos buitre, estas influencias pueden ser sustanciales en ciertos momentos en los cuales incluso la mayoría de la clase política preferiría dejar que prevalezca la razón. Ni que decir del electorado, si es que tuviera una voz en estos asuntos.
* Codirector del Economic and Policy Research en Washington, D.C. (www.cepr.net ). Presidente de Just Foreign Policy (www.justforeignpolicy.org)
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