Todavía no salgo de mi
asombro. No sé si es la palabra. Pensé que mi casa se levantaría de los
cimientos. Era el viento. Era el Huracán Sandy. Era la ira del diablo.
Aunque mi casa es fuerte, mi
padre y yo nos refugiamos en el baño. Las ventanas y puertas, aún claveteadas,
podrían ceder. Sentimos ruidos de todas clases. Y miedo. Chocaban todo tipo de
cosas contra las paredes.
El huracán Sandy llegó
después de la una de la madrugada. Disminuyó pasada las tres. Con eso bastó.
Huracán categoría dos, con
rachas superiores a los 200
kilómetros. Pasó el borde derecho de su ojo por Santiago
de Cuba. Y acabó.
Nadie recuerda algo así por
estas geografías. Ni los especialistas ni los más viejos.
Eso de la categoría es cosa
de meteorólogos. Esa furia que sentimos no tiene calificativo alguno. Tal vez haya que sentirlo para saber de que hablo.
(Un detalle del mismo árbol, la mañana del 24 de octubre)
(Imagen de La Subida del Puerto de
Boniato. a unos metros de mi casa, la tarde del 23 de octubre. Observe
el frondoso árbol al final)
(Un detalle del mismo árbol, la mañana del 24 de octubre)
Árboles desollados,
desgarrados, hojas calcinadas. Árboles centenarios en el suelo con
metros de
raíces al aire. Techos volando. Paredes derrumbadas. Postes partidos,
aún los de concreto. Calles intransitables. Gente con la mirada perdida
como mi amigo Omar Oliva, que ha perdido su Balbina, su casa, orgullo
del poblado de Boniato.
(El parque Abel Santamaría en el centro de Santiago de Cuba después de Sandy)
(Las sombrillas de concreto de la Terminal de Calle 4 tampoco resistieron)
(Detrás de la Terminal de Calle 4)
(La tristeza es inatrapable.
En el ascenso hacia La Balbina,
casa dominante del poblado de Boniato, habitada por mis amigos Omar y Ernesto Oliva. Notable por su
arquitectura doméstica colonial. Años ha, fue residencia del pintor José Joaquín
Tejada).
(El viento socavó sus paredes)
(Esto es lo queda de La Balbina)
El patio y el frente de mi casa son un
desastre. Una lluvia de fragmentos de tejas de fibrocén que volaron de
todos
lados se mezcla con los árboles derribados. Me quedé sin aguacates ni
guayaba, pero comprendo que no es nada comparado con el resto...
La madrugada del 24 de
octubre por mi barrio de la
Subida del Puerto de Boniato, en las afueras de Santiago de
Cuba, nunca podrá olvidarse. Primero fueron las linternas y las voces. Los
gritos. El asombro.
Con mi pequeño radio de
baterías escuché al colega Carlos Sanabia Marrero. “Se van a asombrar los
santiagueros cuando vean a su ciudad”. Era cierto.
(Las cupulillas de la Catedral, ya no están)
(Las cupulillas de la Catedral, ya no están)
(La
armazón del roof-garden, del hotel Casa Granda está en el piso. Ha
impactado los bancos del Parque Céspedes. La calidad de la imagen no es
ideal, pero vale como testimonio)
(En Plaza de Marte, los árboles y los carteles lumínicos fueron arrancados)
(Parte del techo del majestuoso Teatro Heredia. también acabó en el suelo)
(En Plaza de Marte, los árboles y los carteles lumínicos fueron arrancados)
(Parte del techo del majestuoso Teatro Heredia. también acabó en el suelo)
He venido a la emisora donde
laboro, Radio Siboney-Radio Mambí. Hay electricidad gracias a un grupo
electrógeno autónomo. Muchos vecinos acuden a recargar sus lámapras,
baterías y móviles. La ciudad
está a oscuras y por la magnitud del daño, la recuperación será gradual.
Los teléfonos casi no existen. Por eso hasta ahora no había
podido decir nada
Es duro, muy duro. Los
primeros cálculos hablan de once muertos, unas 133 mil casas afectadas,
seis millones de metros cúbicos de recursos maderables afectados y 577 escuelas
dañadas.
Siempre hay oportunistas que
elevan los precios de cosas imprescindibles en estos momentos, aunque las medidas están establecidas
Los santiagueros no nos
rendimos. Ya se trabaja en la recogida de escombros y la limpieza. Hoy vi a los
linieros, que han llegado de todo el país,
intentando levantar los postes y cables del suelo. Vi un tren de tejas
llegando a la ciudad.
Muchos santiagueros se
felicitan por estar vivos. Y van emergiendo de algo nunca visto, con sus propias
manos, con la ayuda solidaria de toda Cuba.
2 comentarios:
Impactado por las imagenes, yo tengo la experiencia de haber vivido algo similar en el 2001 con el Michelle. Viendo estas fotos dudo que Sandy fuera un categoría 2, imposible, vientos de un categoria 2 no hacen ese desastre. Algún día se sabre la verdad, pero los vientos esos me recuerdan a Michelle, casi el mismo paisaje y aquel era categoría 4.
Mucha solidaridad necesitan los orientales, en particular Santiago de Cuba. Largo y escabroso será el camino, pero no se recojan, luchen y trabajen que la final de sale de todo lo malo.
En verdad las imágenes y testimonios son impactantes. No importa la categoría, lo que importa es la destrucción y desastre que dejan. Solidaridad con el pueblo cubano. Saldrán adelante.
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