Comandante Tomás Borge, por siempre en un grano de maíz

Mientras comparto la alegría de mi pueblo por la fiesta inequívoca del Primero de Mayo en Cuba, donde los únicos que no participan son los “auto excluidos”, me embarga la profunda tristeza de uno de los buenos que se va: el Comandante Tomás Borge.

Siempre me conmovió el hijo del compañero de Sandino, el general de Hombres Libres y la consecuencia que lo acompañó. No importa que jamás estreché su mano, con sus palabras, hechos, leyendas revolucionarias y libros siempre me tocó el corazón: mi medida de revolución.

Y, como a mí, en esta Cuba que quiso y admiró, en su querida Nicaragua y en estas tierras de Nuestra América, se nos va uno de los que siempre lo hizo bien: el Comandante Tomás Borge, de los que sobreviven en la obra que ayudaron a construir: un sobreviviente del futuro, viviendo también en un grano de maíz.

También sé que “Los héroes mueren a la hora exacta” [1] de Milson Salgado, que reproduzco a continuación, este Primero de Mayo de 2012.

“Los héroes tienen la honra de nacer cuando hace falta y de morir cuando es preciso. Los panegíricos que serán muchos, circularán hoy en las calles de Managua en el día de los trabajadores, para darle la honra a uno de los mejores hombres que parió la revolución Sandinista, porque construir el proceso en pos de una utopía histórica, lleva como un denominador la liberación del hombre de sus penurias humanas.

Tomás estuvo allí siempre, formó parte de los jóvenes idealistas que fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional en una triste y clandestina casa de Tegucigalpa. Allí estaba Carlos Fonseca, allí estaba Silvio Mayorga, allí estaban valientes hombres hondureños que le dieron el apoyo a la revolución.

Uno se recuerda de Sandino y le viene a la mente como el comandante Tomas Borge en una de sus frecuentes huidas de la guardia somocista llegó descalzo a un importante diario e Tegucigalpa, y fue entrevistado por uno de los escritores más laureados de Honduras y que formaba parte del partido comunista de Honduras, Ramón Amaya Amador. De allí en adelante su nombre y su rostro nos fue familiar, mas aun cuando la autoridades hondureñas reguardaban las fronteras pensando que por las aduanas se exportaban revoluciones, y fue él quien dijo categóricamente al conservador gobierno de Suazo Cordova que lo bueno ejemplo traspasan lo controles fronterizos.

La iconografía grandiosa de la revolución nunca podrá olvidar ese rostro firme forjado en las cárceles infrahumanas de la dictadura somocista, ni tampoco de ese traje verde olivo con ribetes rojos que le daba identidad imaginaria a esos nuevos hombres de Nicaragua.

La historia de la intervención estadounidense la conocemos en sus más últimos detalles, incluso con los montajes artificiales con que quisieron disfrazar la realidad en todos esos vaivenes de la dialéctica y de las paradojas con que se mueve la historia con y al margen del protagonismo humano. Y precisamente allí estuvo Tomas Borges, sacrificando su vida y sus pequeñas complicaciones humanas para parir la Nicaragua que hoy da ejemplos de solidaridad humana, que ya los desearía cualquier democracia formal siquiera para engañar los números que certifican alabanzas y reciclan apremios.

¡Buen viaje comandante Borges porque la revolución no conoce de pausas!"

[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148863

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