Raúl Menchaca
Un Comité de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos acaba de aprobar un proyecto de ley que facilitaría las ventas agrícolas a Cuba y permitiría, al fin, los viajes de los estadounidenses a La Habana.
Aunque sin dudas este es un paso en la dirección correcta, el resultado de la votación en el Comité de Agricultura es apenas el inicio de un largísimo y complicado camino que, de transitarse con éxito, no cambiaría la esencia genocida del bloqueo que Washington mantiene contra la isla desde hace casi medio siglo.
No se puede perder de vista que hoy Cuba no puede exportar productos a Estados Unidos, lo que hace a este un comercio unilateral, y tampoco La Habana puede obtener créditos de instituciones financieras norteamericanas, algo que sólo se aplica a la isla.
La discusión en el Comité de Agricultura responde sobre todo a la necesidad que tienen los agricultores norteamericanos de hallar nuevos mercados y la isla es un punto de venta seguro, estable, serio y además cercano, con relaciones históricas con los productos estadounidenses.
Hay que apuntar que muchos congresistas y hasta gobernadores que han visitado a nuestro país para establecer acuerdos de venta han comprendido la irracionalidad de la agresiva política de Washington, que no tiene sustento legal, político o ético.
Tal vez por eso, el proyecto de ley fue respaldado de manera bipartidista por unos 60 congresistas que además recibieron el apoyo de la Cámara de Comercio, el Buró de Agricultura, la Conferencia de Obispos Católicos y varias organizaciones de derechos humanos.
Ahora, como el Comité de Asuntos Exteriores renunció a discutir el tema, la eventual legislación pasa de manera directa al pleno de la Cámara, cuya presidenta o speaker, Nancy Pelosi, será quien decida cuando se vote.
Según algunos observadores, la Pelosi debe tener en cuenta si el tema es o no una prioridad para Estados Unidos y también si es fácil o abriría arduas discusiones legislativas.
Cuba no es una prioridad para la administración de Barack Obama y, como es de esperar, la derecha, y en especial los representantes de la mafia miamera, abrirá fuego graneado sobre el proyecto, presumiblemente desatando una ácida bronca en el plenario.
Por otro lado, las elecciones parciales de noviembre venidero son otro valladar político para muchos congresistas, a quienes no les conviene enredarse ahora en un asunto que puede dividir o incluso alejar a los electores.
En el caso de que finalmente el proyecto sea aprobado por la Cámara, entonces tendrá que ir al plenario del Senado, el exclusivo club de millonarios donde la pelea será mucho más ardua con la segura oposición de los senadores electos por La Florida.
Como botón de muestra basten las declaraciones del senador Bob Menéndez, quien ya ha anunciado que va a evitar que el proyecto se someta a votación, aplicando medidas del llamado filibusterismo, que consiste en tomar la palabra y comenzar a leer cualquier cosa de manera interminable.
Para bloquear el filibusterismo se necesita el voto de 60 de los cien senadores, una cifra que parece aún lejos.
Visto con un sentido práctico, parece poco probable que ese proyecto se convierta en ley, aunque expresa el creciente interés de un sector de la sociedad estadounidense por variar la actual política hacia Cuba, cuya principal línea es el tupido entramado de legislaciones, como la Torricelli o la Helms-Burton, que conforman el bloqueo.
El proyecto es válido y osado…pero el bloqueo sigue intacto.
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