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Despreciando la voluntad popular.
Carlos Tena
El ultraje a la voluntad popular, el desdén por la opinión ajena, son algo inequívocamente made in USA, territorio donde se alardea y blasona acerca del respeto a los derechos humanos. Sin embargo, basta una sola hora paseando por la calle Bowery en Nueva York, o quince minutos en el aeropuerto de Miami, para darse cuenta de la falacia que supone afirmar que los Estados Unidos de Norteamérica, conforman una nación en la que se practica el noble arte del poder popular, que es lo que viene a significar el término, tan vilipendiado, secuestrado y travestido, como el que nos ocupa.
En más de 17 ocasiones, en la sede de Naciones Unidas, los representantes de más de 180 países del mundo, que hablan, según las deducciones que hacen los analistas de la TV yanqui, cuando les interesa, por boca de más de cinco mil millones de seres humanos (y me quedo corto), se ha condenado el criminal bloqueo que sufre la isla de Cuba, por el simple hecho de que la Revolución, desde 1959, haya colocado los derechos humanos al derecho, y no al revés. Marginalmente a las acusaciones que se formulan de manera falsa e hipócrita, acerca del incumplimiento de algunos de ellos en la Mayor de las Antillas, es algo más que notorio que la conculcación de otros muchos, los más importantes y necesarios para la vida, es pan de cada día en la prensa mundial.
Desde el imperdonable genocidio que supuso masacrar con sendas bombas atómicas a las poblaciones niponas de Hiroshima y Nagashaki, pasando por las guerras de Corea y Vietnam, las invasiones de decenas de países soberanos de medio mundo, la imposición y mantenimiento de decenas de dictaduras bajo las que se cometieron miles de crímenes, hasta las actuales y dramáticas realidades de la miseria y tortura que sufren los ciudadanos en Irak, Afganistán, etc., el gobierno de los EEUU sigue dando una muestra muy peculiar de su respeto por esos derechos, apoyado por el gobierno de Israel, experto igualmente en asesinatos en masa.
Jamás, en la historia de la humanidad, una nación ha estado tan engañada, maniatada, tan presa, y tan impotente para ser admirada, como lo es la patria de Barak Obama, quien para demostrar su lealtad al reciente Premio Nobel de la Paz que recibió hace unas semanas (para pasmo y sorpresa de él mismo), inyecta en medio mundo, desde Asia a Guantánamo, de Colombia a Polonia, millones de dólares para sembrar nuevas bases de armamento, dolor, pobreza e incultura, con las que asegurar más esclavos para el neoliberalismo imperante.
Cuba, que ha perdido centenares de vidas y miles de millones de dólares como consecuencia de ese asedio, mantiene alta la frente, elevados sus valores humanos, erguidos sus derechos a la sanidad, la educación, la vivienda, el trabajo digno, bajo una presión brutal, económica, mediática y cultural, que ya ha cumplido el medio siglo.
Si la Revolución camina hacia adelante, no es porque Fidel siga con vida, lúcido e irónico, ni porque Raúl Castro sea querido y respetado por sus compatriotas, sino porque es el mismo pueblo el que la defiende y sostiene, criticando los errores, miles, y aplaudiendo los aciertos, miles también, lógicos en una situación tan única e insoportable como ese embargo asesino, como ese bloqueo criminal, impuesto por los distintos gobiernos de los EEUU, al que de nuevo, el mundo condena en masa por medio del foro que suponen las Naciones Unidas.
¿Va a reflexionar el presidente Obama, tras esa nueva condena mundial, no acerca de sus promesas (que ya ha incumplido largamente) sino sobre las buenas y esperanzadoras palabras que lanzó en sus mítines de campaña? Lo dudo: un mandatario norteamericano no piensa. Obedece al empresariado, y en este caso, a la poderosa Mafia cubano americana de Florida.
Esa soberbia actitud, ese desprecio a la opinión de miles de millones de personas ¿es un síntoma de respeto a la voluntad popular, Mister Obama? ¿De homenaje a la democracia?
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