Un documentado artículo del diplomático cubano José Ramón Cabañas Rodríguez, prueba la ficción política desatada. Entre otras afirmaciones señala:
Uno. "El Departamento de Estado se limitaba a una escueta línea de mensajes: algo había sucedido en La Habana y la parte cubana debía explicarlo, aún sin ellos decir exactamente qué era lo que había ocurrido. En términos deportivos era lo más parecido a practicar tiro contra un blanco en movimiento."
Dos. Cuando se revisan los reportes de prensa de aquellos días, se puede apreciar que la información sobre los supuestos ataques fluyó al público estadounidense a través de periodistas específicos de medios señalados, el resto solo hacía eco sin formular preguntas incómodas, o cuestionar la historia oficial. Funcionarios cubanos localizaron y hablaron con los directivos de tales medios, los cuales no pudieron desmentir nunca que sus periodistas estuvieran siendo utilizados por fuentes no identificadas del gobierno de Estados Unidos que contribuían a crear más confusión y no a buscar una explicación. Tampoco pudieron justificar la reiteración periódica al tema, a pesar de que no había nada nuevo que informar.
Tres: El ya acuñado “Síndrome de La Habana” fue un argumento útil para Estados Unidos ante su propia opinión pública y ante terceros para justificar el cierre de los servicios consulares de su embajada en la capital cubana, descontinuar allí los servicios de inmigración y ciudadanía, reducir la presencia diplomática cubana en Washington, emitir alertas de viaje a Cuba, reducir el flujo de visitantes con ese destino, poner en tela de juicio el compromiso de las autoridades cubanas respecto a la seguridad en su territorio para diplomáticos extranjeros.
Cuatro. El FBI visitó La Habana en cuatro ocasiones para realizar su propio análisis con total libertad. Al final sus conclusiones coincidieron con la opinión de los expertos cubanos de que no existían evidencias de ataques, pero el Departamento de Estado rechazó la propuesta del Buró de hacer parte de la investigación al Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Atlanta (CDC), el cual tenía además experiencia de intercambios científicos de larga data con contrapartes cubanas.
Cinco. No había un crimen, ni víctimas, ni evidencia, ni arma homicida, pero tampoco móvil. Entonces, ¿en qué se basó la acusación lanzada a los cuatro vientos contra Cuba durante meses?
Seis. Y sucedió lo inevitable, la teoría que fue creada para dañar las relaciones con un país extranjero fue utilizada por las supuestas víctimas para presentar ante los tribunales estadounidenses demandas judiciales bajo la acusación de que el Departamento de Estado y otras agencias no protegieron adecuadamente a sus asalariados. El cazador terminó cazado.
Siete: Gracias a la labor profesional de desclasificación de la organización estadounidense National Security Archives, en febrero del 2021 fueron publicados tres informes sobre lo que se denominado “Síndrome de La Habana” redactados por el Departamento de Estado, el Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades y las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los EE UU. En todos ellos se reflejó lo sucedido en relación con este tema durante los años de Trump: la falta de cooperación de las agencias empleadoras de los afectados con los que realizaron las investigaciones, inexistente acceso a los implicados, decisiones precipitadas por motivaciones políticas y ausencia de una teoría que explicara la atribución de síntomas diversos a una causa común.
Este 13 de septiembre, según Prensa Latina, expertos cubanos se han pronunciado sobre una práctica científica defectuosa.
De acuerdo con los especialistas, la teoría sobre el denominado síndrome de La Habana, afectación que según Washington impactó en la salud de diplomáticos estadounidenses en esta capital 'solo ha sobrevivido debido a un uso sesgado de la ciencia'.
Los miembros de la Academia de Ciencias de Cuba denominaron 'síndrome misterioso' a la narrativa que el Gobierno norteamericano utilizó para cerrar los servicios consulares en la isla y retirar gran parte de sus trabajadores aquí durante la administración de Donald Trump (2017-2021).
La teoría 'asume que la causa de estos incidentes son ataques con algún arma de energía no identificada', señaló el texto.
Los expertos interpretaron los hechos disponibles 'basándonos en los informes publicados en Estados Unidos y Canadá y en los estudios de campo realizados en La Habana'.
Concluyeron que posiblemente algunos empleados estadounidenses se sintieron enfermos debido a una colección heterogénea de condiciones médicas, algunas preexistentes antes de ir a Cuba y otras adquiridas debido a causas sencillas o bien conocidas.
'Muchas enfermedades prevalentes en la población general pueden explicar la mayoría de los síntomas. Por lo tanto, no existe un síndrome novedoso (algo evidente en los informes oficiales de Estados Unidos)', refiere el informe.
Los científicos enfatizaron que ninguna forma de energía conocida puede causar selectivamente daños cerebrales (con una precisión espacial similar a un haz de láser) en las condiciones descritas para los supuestos incidentes de La Habana.
'Las leyes de la física que rigen el sonido, los ultrasonidos, los infrasonidos o las ondas de radiofrecuencia (incluidas las microondas) no lo permiten', agrega el documento que puede leerse íntegramente en el sitio de la Academia de Ciencias de Cuba.
El director del Proyecto de Documentación de Cuba del Archivo de Seguridad Nacional, Peter Kornbluh, consideró que las pistas para resolver ese misterio es probable que se encuentren en registros aún secretos del Departamento de Estado, la CIA, el Buró Federal de Investigaciones y el Pentágono, los cuales son relevantes a medida que la administración de Joe Biden considera restaurar el personal de la embajada en La Habana a sus operaciones completas.
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