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Sacerdotes católicos incitan a la desobediencia civil

Arthur González.─ Después de ver el documental sobre las revueltas organizadas por la CIA en Nicaragua, año 2018 y comprobar que sacerdotes católicos participaron activamente e incitaron a la población convocándolos a no tener miedo, observamos una similitud en la actuación de varios sacerdotes cubanos, entre ellos el jesuita Eduardo Llorens, de la Arquidiócesis de La Habana y Alberto Reyes, de Guáimaro, Camagüey.

Ambos clericós repiten en las redes sociales el mismo guion, donde Llorens cuestiona:

¿Por qué esa obediencia ciega del pueblo, cuando va contra la propia conciencia? ¿Por qué tantos trabajos voluntarios y sábados de la defensa? ¿Por qué tantos actos y firmas de reafirmación revolucionaria? ¿Por qué tanto empeño en llenar las cuadras con letreros y consignas revolucionarias?

Por su parte, el camagüeyano Alberto Reyes, escribe algo similar:

¿Por qué tanta insistencia en las marchas del pueblo combatiente, en los desfiles del 1ro de mayo, del 26 de julio y en las tribunas abiertas? ¿Por qué tantos “trabajos voluntarios” y sábados de la defensa? ¿Por qué tantos actos y firmas de reafirmación revolucionaria? ¿Por qué tanto empeño en llenar las cuadras con letreros y consignas “revolucionarias”?

Resulta indudable que ambos reciben idénticas orientaciones para que inciten a los feligreses, especialmente a los jóvenes, conscientes de que su posición contrarrevolucionaria persigue provocar a las autoridades, para después decir que son “víctimas” del sistema.

Esas posiciones son las mismas que orientan los yanquis contra la Revolución, para subvertir el orden interno.

¿Querrá la iglesia católica cubana retomar las posiciones que asumió en la década de los años 60 del siglo XX, cuando abrieron los templos para que grupos al servicio de la CIA conspiraran contra el proceso revolucionario, guardaban armas y hasta escondieron a quien asesinó a un piloto, cuando intentó desviar un avión civil?

¿Volverán a ejecutar con la CIA planes subversivos como la execrable Operación Peter Pan?

Ahora, por las revueltas del 11 de julio incitadas desde Estados Unidos en medio de la pandemia de la Covid, el sacerdote Eduardo Llorens, calumnia al gobierno cubano de “impedir la participación de abogados para defender a los detenidos” por los actos vandálicos y acusa al sistema judicial de supuestas irregularidades en los juicios, la misma difamación que divulgan los yanquis y que él sabe constituyen delitos.

En algunas de sus acusaciones contra el gobierno expresa:

“Fueron muchos detenidos y lamentablemente en Cuba hay una falta de cultura jurídica entre la población y desconocimiento de los procesos penales en la inmensa mayoría de las familias de los detenidos, de lo cual se aprovechan las autoridades”.

Miente deliberadamente como parte de las campañas que fabrica Estados Unidos, porque explica en la TV sus leyes, es precisamente Cuba, con la participación de fiscales, abogados y funcionarios de la Asamblea Nacional vinculados a los procesos legales.

El sacerdote Llorens, aduce ser miembro del servicio de acompañamiento de la Conferencia Cubana de Religiosos y Religiosas (CONCUR), que dice enfocarse en el “asesoramiento” para la presentación de recursos de Habeas Corpus, “ayudar a localizar detenidos” y orientar sobre los datos que deben averiguar sus familiares.

Funcionarios de la fiscalía y de la dirección de Instrucción Penal del Ministerio del Interior, participaron en un espacio televisivo para desmontar esas falsedades, que pretenden desprestigiar el sistema penal cubano, con el fin de que otros países y organizaciones internacionales condenen a Cuba.

Ambos sacerdotes deben saber, que la sotana no constituye un escudo protector para quienes violan las leyes cubanas y sus actos están recogidos claramente en el código penal, y que la libertad de expresión no puede transformarse en incitaciones contra el gobierno.

El sacerdote Alberto Reyes, cuestionó “la sumisión del pueblo cubano frente a las autoridades, y el miedo a desafiar las normas establecidas por el gobierno cubano”, hecho que constituye el delito de instigación a delinquir.

Para reafirmar su posición contrarrevolucionaria y desafiante de las leyes, añadió:

“El pueblo cubano debe comprender que su lugar no está en la obediencia, cuando esta supone el sacrificio de la dignidad humana. Esto sucederá hasta el día en que el sometido reconozca que ese no es su lugar, que tiene derechos, que tiene una dignidad que no puede ser pisoteada impunemente. Y el día en que esto ocurre y la persona entiende que es posible actuar como alguien libre, la visión sobre uno mismo y sobre los otros se transforma, y se hace ya imposible regresar a la esclavitud”.

La Conferencia Cubana de Religiosos y Religiosas (CONCUR), que asegura enfocarse en el asesoramiento legal, debería explicarles a los sacerdotes las violaciones que comenten.

Cuba ha sido bastante tolerante ante actitudes similares, pero el pueblo que apoya mayoritariamente a la Revolución, no permitirá que se altere el orden y la seguridad que se disfruta en el país, ni aceptará actos vandálicos como los ocurridos el 11 de julio y mucho menos la violencia criminal contra personas, como sucedió en Venezuela y Nicaragua, donde los “opositores” en nombre de la “libertad”, quemaron vivos a policías y torturaron a personas, solo por ser revolucionarios.

La jerarquía católica no admite que sus miembros inciten a otros a violar las rígidas normas establecidas por esa institución y ejecuta severas medidas con aquellos que las incumplan, por lo tanto, ante las provocaciones de estos y otros sacerdotes, no debe ser tolerante, poniéndole fin a las mismas, porque en Cuba no se permitirán incitaciones similares a las que efectuó Donald Trump, que terminaron con el asalto al Capitolio.

En 62 años, la Iglesia cubana no ha condenado la criminal guerra económica y financiera contra el pueblo cubano, tampoco los actos terroristas que dejaron miles de muertos y heridos, ni la guerra biológica que introduce plagas y enfermedades, entre ellas el Dengue Hemorrágico y la Fiebre Porcina Africana.

El odio no es el camino para solucionar los problemas de Cuba, aunque los yanquis lo estimulan por ser parte de su estrategia subversiva.

Sabio José Martí cuando dijo: “Las piedras del odio, a poco de estar al sol, hieden y se desmoronan”.

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