Max Lesnik.─ Es decepcionante y hasta lastima da, ver que un jefe de Estado de un país cualquiera, independientemente de su ideóloga política- ya sea de izquierda, de centro o de derecha- se encuentre atrapado en su propia trampa por seguir los consejos malintencionados de quienes persiguen sus propios fines en vez de cuidar los de quien- como es el presidente de su país- a quien están ellos llamados a servir por el bien de la nación.
Este es el caso del Presidente de Estados Unidos, el Demócrata Joe Biden a quien lo han convencido sus asesores más cercanos que debe continuar contra Cuba la política de odio y agresión diseñada por el gobierno Republicano de su antecesor Donald Trump, en vez de cumplir su promesa de campaña electoral en las que su gobierno buscaría un mejoramiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, partiendo de la derogación de las crueles medidas implantadas por la anterior administración Republicana que tanto daño y sufrimiento le han provocado al pueblo cubano. Todo ello en medio de la mortal Pandemia que azota al mundo, agravada más aun en Cuba por el criminal Bloqueo estadounidense en vigor por más de sesenta años.
Estos ignorantes asesores presidenciales aconsejaron al Presidente Biden que manteniendo la política de agresión contra Cuba y orquestando a través de la Internet una de sus llamadas “Revoluciones de colores”, se provocaría así un estallido social en la isla- y con ello el derrocamiento del gobierno Revolucionario cubano- que de tener éxito ese plan, sería posible conquistar para el Partido Demócrata el voto cubanoamericano del sur del Estado floridano con vistas a las próximas elecciones de medio término, una contienda electoral que con toda seguridad ganaran de nuevo los Republicanos de Donald Trump con el apoyo de los cubanos de derecha, puesto que para ellos el presidente Biden es tan “comunista” como Díaz Canel y todo su gobierno.
El presidente Biden, ante el rotundo fracaso de los planes ilusorios aconsejados por sus ignorantes asesores, se encuentra atrapado en su propia trampa. Pretendían aislar a Cuba de América y del mundo y quien más aislado ha quedado ha sido Estados Unidos.
Vemos como ni en la OEA pudieron contar con votos suficientes para condenar a Cuba como pretendía el Departamento de Estado. Solo pudieron contar para ello con el Brasil de Bolsonaro, la Colombia ensangrentada de Iván Duque y el impresentable gobiernito sucio de Honduras.
Y no mejor le fue a Estados Unidos en el escenario mundial, donde solo encontraron respaldo de 20 gobiernos, de los 189 que tiene representación en Naciones Unidas, todos estos de menor peso y significación, puesto que los grandes aliados de Washington en el campo internacional, como Canadá, Gran Bretaña, Francia, España y Alemania, tampoco se prestaron a una injusta condena contra Cuba.
Sus malos consejeros han empujado al presidente Biden- en primer lugar, el Senador Bob Menéndez- a un desastre bochornoso de política exterior, solo comparable al fiasco de Bahía de Cochinos de 1961, un dispararte heredado de la anterior administración Republicana que le explotó en su cara al entonces también presidente Demócrata John F. Kennedy.
Ahora el presidente Biden ha quedado atrapado en su propia trampa. Es que los gobernantes norteamericanos no aprenden la lección. Cuba será para ellos una obsesión inalcanzable. Porque Cuba es y será para siempre una nación libre y soberana.
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