“Alta es la noche y Morazán vigila”
Pablo Neruda
Pablo Neruda
“¡Queremos a Mel!”, “¡No al golpe de Estado!”, “¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo!”…… son algunas de las frases que brotan de los altavoces de la Resistencia y llegan hasta Casa Presidencial, ocupada por los golpistas, en Tegucigalpa, Honduras.
El presidente elegido por el pueblo, Manuel Zelaya Rosales, fue secuestrado de 200 militares y desterrado en Costa Rica.
Es el 28 de junio de 2009, en la madrugada de este domingo, en el país centroamericano empieza una oscura pesadilla, que todavía hoy, después de un año es bien lejos de su fin.
Estamos enfrascados en un verdadero golpe de estado cívico-militar.
La destitución inconstitucional del presidente hondureño deja entrever que las estructuras políticas sobre las que se asentaron todas las dictaduras que marcaron la historia latinoamericana a través de décadas, no han desaparecido.
Si alguien osó pensar en algún momento que en el continente se habían registrado cambios profundos en esa estructura, este golpe viene a demostrar lo contrario. Nada ha cambiado en lo profundo, y las relaciones de fuerza no se han alterado. Los grandes propietarios nacionales (terratenientes tradicionales y empresariados modernos, a los que se pueden sumar las nuevas aristocracias ligadas al nuevo capitalismo crecido en torno al negocio del narcotráfico) siguen siendo tan reaccionarios como décadas atrás, y cuando existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, que su situación de privilegio pueda ser siquiera rozada, reaccionan monolíticamente por olfato de clase.
Reaccionan liquidando lo que se les ponga delante, castigando al presunto “comunista” de turno, al que ose ya no cuestionar su poder (léase expropiaciones, reforma agraria) sino intentar algunos cambios.
La matrícula gratis, la merienda escolar, el bono solidario, la reducción del precio y el subsidio de los combustibles, la aplicación de la norma de los 60° para la comercialización del combustible, el rescate de las empresas públicas: ENEE y HONDUTEL; la baja en la tasa de interés bancario, el bono tecnológico agrícola, la sustitución gratuita de bombillos ahorradores de energía, los programas masivos de alfabetización, el financiamiento a la microempresa, la veda en el corte del bosque, la prohibición de la minería a cielo abierto, la energía eléctrica gratuita para las 700 mil familias más pobres del País, el incremento de las reservas internacionales, la oposición a la devaluación de la moneda (lempira) frente al dólar, la incorporación a PETROCARIBE y a el ALBA y el incremento en un 60% del salario mínimo a toda la clase trabajadora, alcanzando de $ 150 a $230 dólares americanos al mes; son sólo una muestra de las acciones del Gobierno de Manuel Zelaya en beneficio del interés nacional y sobre todo de los más pobres.
No podemos ser tan ingenuos de no pensar que la “Mano Pachona” del imperio norteamericano no está escondida atrás de este infame ataque a la democracia.
Se sabe hace años, que la USAID de Honduras, agencia desestabilizadora norteamericana, como todas las del continente, trabaja en estrecha colaboración con la Embajada de Estados Unidos, y utiliza e l Movimiento Paz y Democracia como uno de sus tentáculos; bajo la cobertura de sus proyectos supuestamente humanitarios, la agencia norteamericana participa, bajo la autoridad de la CIA, en la búsqueda de información, a la propagación de falsas noticias, a la subversión, a la captación de agentes, a la creación de grupos de opositores mercenarios, a golpes de estado y a toda una serie de tareas destinadas a desarrollar, extender, apoyar los planes injerencistas del poder imperial.
El movimiento hondureño con el cual trabaja es la Unión Cívica Democrática, un grupo dirigido por empresarios de corte neofascista, conexa a la extrema derecha boliviana.
Indudablemente los dos hechos que principalmente movieron Barck Obama a apoyar tácitamente el golpe de estado en Honduras fueron el proyecto del rescate de la Base Militar USA de Palmerola por un aeropuerto civil y la negativa a la autorización de la abertura de la base naval, siempre EE.UU., en la costa del Caribe, en La Mosquitia, frente a Nicaragua, como siempre, justificada con una dudosa lucha contra el narcotráfico.
Claramente con las elecciones espurias del noviembre del 2009 y la instalación de un presidente de facto, el sig. Porfirio Lobo, la base de Palmerola se mantuvo y en el abril del 2010 se inauguró la base naval en La Mosquitia.
Del punto de vista del pueblo, todas las conquistas conseguidas fueron borradas por los voraces empresarios neonazis que pertenecen a las diez familias que gobiernan el país obstaculizan una solicitud más que legitima del pueblo: la convocación a una Asamblea Constituyente, para reformar a una de las Constituciones más retrógradas de la región.
Aparentemente ésta fue la razón de la decisión de destruir el orden constitucional, aunque sabemos bien que los verdaderos motivos fueron los que tocaron los intereses norteamericanos.
Esta gran lucha por el poder trajo casi un centenar de muertos en el pueblo, que el mismo domingo del golpe, para oponerse a la violencia fascista, fundó el Frente Nacional contra el golpe de estado, que cambió sucesivamente nombre y ahora es el Frente Nacional de Resistencia Popular.
Esta nueva fuerza política que los dinosaurios del poder en Honduras no quieren reconocer ya tiene ampliamente demostrado que el bipartidismo perdió su poder absoluto y tendrá que contar con esta nueva y vital fuerza política.
Su objetivo principal es llevar la fuerza del pueblo, de los excluidos, de los que tuvieron siempre que bajar la cabeza al poder, trabajar para que los ciudadanos hondureños de la base, los verdaderos dueños de su nación, puedan gozar con justicia de todos los frutos que un país muy rico en recursos naturales puede regalar.
Todo esto claramente no se puede alcanzar sin conseguir justicia e indemnizaciones por los millares de mártires que el gobierno golpista torturó, violó y mató. Por este motivo es fundamental el trabajo de la Comisión de Verdad que la Plataforma de los Derechos Humanos instalará a exactamente a un año del golpe asesino.
¿Pero, qué nos enseñó este terrible zarpazo de la bestia fascista?
El caso de Honduras muestra que las grandes mayorías populares siguen estando a merced de las acciones criminales de la derecha, la cual puede con mucha facilidad montar los escenarios necesarios para golpear con contundencia. Muestra que, más allá de las buenas intenciones de un “nunca más” que circuló por el continente luego de retiradas las últimas dictaduras del siglo pasado, nada garantiza con simples declaraciones políticas que efectivamente nunca más puedan repetirse escenarios de represión, de sangre y de guerras sucias internas y que la lucha popular sigue estando al rojo vivo.
Lo que ocurrió en Honduras nos obliga a pensar y a volver a ver los proyectos de los hombres y mujeres de buena voluntad, a estudiar otra vez el camino por otro mundo posible, que, indudablemente, conduce a la ruta de la victoria. (Rebelión)
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