LASA ha emitido una declaración manifestando su preocupación por el “trato que reciben académicos y académicas, intelectuales y artistas en Cuba”. A renglón seguido dice, sin embargo, que esa institución “ha mantenido relaciones académicas duraderas con investigadoras e investigadores cubanos” a pesar del bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos.
La contradicción que expresa su comunicado es evidente: en sospechosa coincidencia con la campaña impulsada desde Miami por el incidente de la publicitada “Operación San Isidro”, LASA se preocupa – ahora, cuando nadie ni nada lo hacía esperar- por un presunto destrato que estarían sufriendo los “académicos, intelectuales y artistas” en Cuba. Por supuesto que no aporta ni una sola prueba pero, dicho esto, reconoce que durante décadas pudo llevar a cabo diversas actividades con las y los colegas de Cuba sin la menor interferencia de las autoridades de la Isla.
En efecto, jamás hubo veto alguno a los eventos organizados por LASA dentro de Cuba y tampoco se coartó la libertad de los académicos o las académicas cubanas invitadas a concurrir a eventos de esa organización en Estados Unidos, cosa que sí hace Washington con intelectuales y pensadores críticos de Latinoamérica y el Caribe invitados a participar en eventos académicos que tienen lugar en ese país. LASA nunca tuvo que negociar con el gobierno cubano quienes participarían en sus actividades, pese a la abierta e incesante hostilidad del gobierno de Estados Unidos en contra del país caribeño.
Desde hace décadas los pueblos de América Latina y el Caribe están a la espera de una enérgica condena de LASA al bloqueo que sufre Cuba. Resulta muy loable su exhortación a defender el principio de no intervención y la vigencia de los derechos humanos. No obstante, en relación a lo primero esa crítica debería ser dirigida en contra de Washington, porque es Estados Unidos y no Cuba el país cuyo gobierno ha hecho del intervencionismo en terceros países una desgraciada costumbre, promoviendo golpes de estado y desestabilizando gobiernos democráticos en todo el mundo y muy especialmente en Latinoamérica y el Caribe.
En esta línea la postura hecha pública por LASA en su página web después del robo del triunfo electoral de Evo Morales en las elecciones del 2019 –concebido por Washington y ejecutado por la OEA con el protagonismo de Luis Almagro- y la indisimulada justificación del golpe de estado que le sucedió, constituye un oprobio que no creemos pueda ser borrado del historial de LASA por décadas.
Y si de derechos humanos se habla nos permitimos recordar que la jurisprudencia internacional establece que el bloqueo impuesto sobre Cuba por Estados Unidos constituye una flagrante violación de los derechos humanos, lo que apenas si ha originado un tibio reproche por parte de LASA. Y, de paso, sorprende que en un momento en que arrecia la brutal represión en contra del hermano pueblo de Colombia y cuyas fuerzas de seguridad asesinan, violan, torturan, desaparecen y encarcelan a centenares o inclusive millares de personas los latinoamericanistas estadounidenses hagan manifiesta su preocupación, en muy duros términos, por la situación de esos derechos en Cuba y de modo muy atenuado, casi con sordina, en una declaración acerca de las masacres que hace tiempo viene perpetrando el gobierno de Iván Duque en Colombia, especialmente en las últimas semanas.
En suma: es evidente que esta declaración pública de LASA acerca de Cuba no es inocente sino que está coordinada con la reciente ofensiva lanzada por los sectores más radicalizados de la derecha estadounidense y la mafia anticastrista de Miami en contra de la Revolución Cubana, desesperados porque ni el bloqueo ni la pandemia logran poner de rodillas a la patria de Martí y Fidel. Una pena, un verdadero baldón para LASA, prestarse a ese juego.
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