Abel Prieto.─ Veo en las redes a misioneros reales o virtuales que nos vienen a traer la “buena nueva” de que la solución para Cuba está, sencillamente, en abandonar los ideales socialistas y regresar, como hijos pródigos, arrepentidos, llorosos, al seno maternal y cálido del capitalismo. Según ellos, el socialismo es un sistema fracasado y, en cambio, el capitalismo ha sabido llevar una sostenida y gloriosa marcha triunfal desde los siglos XV y XVI hasta este siglo XXI. El primero, el socialismo, es sinónimo de represión, asfixia de los afanes individuales, economía improductiva, miseria generalizada; mientras que el segundo, el capitalismo, significa libertad, oportunidades, progreso, riqueza.
Considerar al capitalismo un sistema triunfante equivale a ignorar un sinfín de realidades aplastantes, abrumadoras, de las que podríamos estar hablando interminablemente. Me limitaré a señalar algunas:
-La desigualdad social creciente, de una crueldad sin límites. Una élite vive en la opulencia, en rascacielos y palacetes, con sirvientes, prostitutas de lujo, guardaespaldas, clínicas exclusivas, limusinas, aviones privados. Millones sobreviven en las calles, en barrios insalubres, recogiendo algo de comer en la basura, condenados a morir tempranamente sin haber visto jamás a un médico. O, si viven en los países del Sur, tratan de llegar en barcazas frágiles o en caravanas sin futuro al Norte, donde se toparán con muros de racismo, insensibilidad y desprecio.
-La crisis medioambiental, que puede provocar la extinción de la especie humana. Esta agresión incontrolada y al parecer irreversible contra el medio ambiente, tiene que ver con la carrera suicida para promover incansablemente el consumo irracional, algo que está en la esencia misma del sistema. Los modelos de vida que propaga el capitalismo a través de la publicidad comercial y todos los medios a su alcance, son radicalmente incompatibles con la vida en el planeta. Es difícil considerar triunfador a un sistema que va a destruir el hábitat de la especie humana y a liquidarla.
-La crisis del sistema político predominante en el mundo capitalista. Dependencia de los monopolios, corrupción, indiferencia total hacia los intereses de la gente, son los rasgos que caracterizan a la política capitalista. Hoy la manipulación del electorado ha llegado a un nivel de sofisticación realmente alucinante. A partir de los datos acumulados a través de Internet y de las redes, se diseñan los perfiles de los posibles votantes y se les dirigen mensajes diferenciados, con aspectos positivos del candidato que se quiere favorecer (de derecha o de ultraderecha) y mentiras sobre los candidatos opositores. Se crean perfiles falsos en las redes para montar un teatro de debates políticos imaginarios, siempre orientados a favorecer al ultraderechista de turno. Aparte de esto, los políticos responden directamente a los intereses de las grandes corporaciones, que en el sistema capitalista de hoy son las verdaderas dueñas del mundo. ¿Eso es democracia? ¿Eso tiene que ver con la libertad?
–Hay que preguntarse además cómo lograron los países capitalistas desarrollados acumular su riqueza. La mano de obra esclava traída de África, hombres, mujeres y niños arrancados de sus comunidades, secuestrados, vendidos, torturados, de ahí nació gran parte de la riqueza capitalista. También de los chinos que vinieron a América en condiciones de semiesclavitud. De tantos inmigrantes mal pagados, durmiendo en condiciones de hacinamiento, como animales, o peor que animales. De la sobreexplotación de la clase obrera, desprovista de todo derecho. Del trabajo de los niños, del trabajo de las mujeres, que recibían un salario ínfimo. De extraer todos los recursos de sus colonias. De la miseria, de la humillación, del despojo, nació, creció y se mantiene el capitalismo.
En cuanto al socialismo, fracasó, efectivamente, una experiencia concreta. De las causas de su derrumbe, hablaremos en otro momento. Cuba, a pesar del bloqueo, del asedio imperial, del terrorismo de Estado que se aplicó contra nosotros, tiene una obra que mostrar. Es imperfecta, sí, pero nadie con una mínima dosis de objetividad puede negar su grandeza. En términos de justicia social, en la salud, en la educación, en la cultura, en la ciencia, en la calidad de vida de la población y en todos los campos. También en cuanto a dignidad del ser humano, en cuanto a su plenitud, en cuanto a su libertad real, indiscutible. Volveré más adelante sobre estos temas.
Tomado de Cultura y Resistencia
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