Aram Aharonian*.-- Lo politically correct o políticamente correcto es parte de la hipocresía social y sobre todo política, es la forma de dejar de decir lo que se debe decir, pero educadamente. O sea, ni Juan Perón ni el Che Guevara eran “políticamente correctos”, aunque precisamente eran eso: correctos políticamente.
Las expresiones eufemísticas fueron copiadas en la política latinoamericana, donde señores o señoras metrosexuales dicen que “modificarán el tipo de cambio” para evitar hablar de devaluación monetaria y anuncian que tomarán “medidas de ajuste” en lugar de decir que elevarán los impuestos o que subirán los precios de los bienes y servicios bajo su control, mientras sus socios banqueros, de adentro y de afuera, se roban todo.
El expresidente ecuatoriano Rodrigo Borja señalaba que el eufemismo es un elemento muy importante en la vida política –sea en la comunicación de masas, difusión de mensajes o relaciones interpersonales– y, especialmente, en las relaciones internacionales, donde las expresiones eufemísticas llegaron a ser el principal y más sutil instrumento de manejo diplomático. Si uno escuchó el discurso en Lima de la presidenta del FMI, hasta pudo llevarse la imagen de una persona agradable, sensata, humanista, preocupada por las mayorías.
Es un formato excelente para encubrir, con palabras suaves y muchas veces altisonantes, realidades duras. Lo utilizan quienes desean endulcorar sus expresiones, para lo cual acuden a vocablos auspiciosos (y muchas veces desentrañables) y rehúyen los que suenan mal. ¿Le hace recordar a alguien en especial?
Pero, obviamente, este tampoco es un invento latinoamericano. Este estilo eufemístico surgió en la autollamada izquierda universitaria estadounidense a fines de la década de 1980 para eliminar todo reflejo de dominación de una cultura sobre otras y no herir susceptibilidades de las minorías étnicas, culturales y sexuales.
Hace siete lustros, la cultura de lo políticamente correcto logró la adhesión de los movimientos antirracistas y feministas. Pero no solo eso, sino que fue recogida por los politólogos estadounidenses y, para colmo de males, difundida por los medios de comunicación. La vida política gringa es en sí un eufemismo, y quizás sea herencia de la moral puritana, que en realidad no es lo uno ni lo otro., y muchas veces todo lo contrario.
Los gringos correctos suavizan su dura realidad con palabras suaves: llaman “african-americans” a sus compatriotas negros, “full figured” a los obesos, “sexual preference” a los homosexuales, “sexual workers” a las prostitutas. Así en la política, así en la academia, así en la diplomacia, así en los medios.
Es la mojigatería de quienes fingen escrúpulos, en lo social y en lo político. Los negros se llaman a sí mismos “blacks” (seguimos recordando al blackpower y no al african-american power) y los indios no son parte de los pueblos originarios sino “american natives”.
Estas exageraciones despertaron muchas broncas en los sectores creativos de músicos, artistas plásticos, escritores, pensadores (que bien podrían ser llamados, eufemísticamente, terroristas intelectuales), reacios a someterse a patrones y valores de comportamiento diseñados por otros, que saben esconder detrás de los eufemismos sus amorales o antiéticas vidas y/o realidades.
Obviamente, esta nota no es políticamente correcta. Ni quien la escribe.
*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.
NODAL
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