Complicidad de Oppenheimer con
emporios mediáticos y obsesión enfermiza
conta Cuba
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Oppenheimer sostiene dos formatos periodísticos de difusión: por un lado sus columnas gráficas difundidas por El Nuevo Herald en castellano y el Miami Herald en inglés. Por el otro su edición semanal en la CNN que incluye columnistas y reportajes. Ambos soportes son seguidos con fruición por el establishment latinoamericano trasnacionalizado que rememora los años ´90 –hegemonizados por el Consenso de Washington– como el paraíso perdido.
La nueva ofensiva de la derecha estadounidense contra los proyectos emancipatorios de América Latina tienen en Oppenheimer uno de sus soldados más conspicuos y sistemáticos. En los últimos meses los tópicos de sus análisis críticos han sido:
(a) la gira del Papa por diferentes países de América, (b) Las tratativas de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC, (c) la instalación de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, y (d) la actualidad de las políticas de inclusión social llevadas a cabo por los gobiernos progresistas.
Oppenheimer se constituyó en uno de los detractores del Papa, debido a las referencias críticas de este último, al sistema económico actual. Francisco, en una presentación realizada en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, el nueve de julio último, afirmó: “se ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo (…) este sistema no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores… no lo aguantan los pueblos”. La reacción de Oppenheimer –en defensa del capitalismo depredador– no se hizo esperar, y lo cuestionó contrafacticamente: “[Francisco no habló de] los excesos de los países anticapitalistas, que han creado más pobreza y más opresión que ningunos otros”.
Los únicos sectores que acompañaron la visión crítica de Oppenheimer se originaron en la fracción de derecha del partido republicano –hoy aglutinados en el conglomerado autointitulado “tea party”, que dividió aguas con los propios integrantes de la bancada mayoritaria republicana dentro del Congreso de los Estados Unidos.
Para darle legitimidad “académica” a su discurso contra Francisco, el columnista y presentador de la CNN recurrió a la opinión del economista neoclásico de Harvard, Ricardo Hausmann quien culpabilizó de la pobreza en Latinoamérica al “clima de negocios imperante”, y adujo que “las empresas más rentables del mundo no están explotando a Bolivia, sino que simplemente no van allí porque encuentran un ambiente de negocios hostil”. Hausmann, que ocupa la dirección del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, fue ministro de planeamiento en la Venezuela previa al chavismo, y en 2001 visitó la Argentina avalando las políticas llevadas a cabo en esos años por el ex ministro Domingo Cavallo. En un encuentro de la Sociedad Econométrica, poco antes del estallido económico-social sufrido por la población argentina en diciembre de 2001, afirmó: “Comparada con otros países de la región, la política [económica] argentina es un lujo”.
Las opiniones de Oppenheimer sobre las tratativas de paz que se llevan a cabo en Cuba, entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia también fueron motivo de cuestionamientos desembozados. El periodista de la CNN las tildó de “prematuras” y para socavar su legitimidad advirtió que el Congreso Nacional, en Bogotá, probablemente nunca aprobará dichos acuerdos, avalando la posición de la fracción ultraderechista de Uribe que amenaza desde hace meses con trabar las negociaciones en el parlamento colombiano.
Oppenheimer aparece también como un cruzado periodístico a la hora de realizar balances sobre las políticas de inclusión desarrolladas en el sub-continente en la última década, caricaturizando sus alcances y sobre todo la ampliación de derechos que implicó. Según el periodista de Miami Herald el sub continente esta infectado de corrupción y sus pueblos se encuentran sufriendo una gran desilusión debido a las políticas demagógico-populistas. Sus aseveraciones criticas recurrentes aparecen ajenas a las comparaciones históricas con el festival de corrupción que caracterizó la etapa de privatizaciones y desregulación característica de los últimos decenios del siglo pasado.
Según Oppenheimer, la creciente dependencia comercial con China y la decisión de muchos de sus países (Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, entre otros) de rechazar los tratados de libre comercio de la cuenca del Pacífico son una evidencia de las decisiones erradas de los gobiernos emancipatorios de América Latina. Esta auto-exclusión, afirmó “…será otro clavo en el ataúd de los gobiernos populistas (…) que quedarán aún más aislados de la economía mundial, y probablemente terminarán más pobres que antes.” De esta manera, Oppenheimer respalda las exigencias de las grandes multinacionales, y sus sedes centrales en las metrópolis de Estados Unidos y Europa, que vienen batallando para inducir a los países de América Latina a incluirse (¿someterse?) en estos tratados de libre comercio, como proveedores de materias primas necesarias para sus cadenas de valor trasnacional.
Sus reiteradas referencias vinculadas con Cuba, culpabilizan a La Habana, y a sus gobernantes, del embargo instaurado por el gobierno de Estados Unidos. Cuestiona el rol de Fidel Castro en el inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC y califica el ultimo discurso de Raúl Castro ante la ONU como digno de un premio nobel a la hipocresía. Según Oppenheimer, Castro es titular de “una dictadura decrépita que sigue condenando al pueblo a estar entre los más pobres y oprimidos del continente”, sin hacer la mínima consideración a los indicadores sociales de Cuba que son los más avanzados del sub continente, a pesar del embargo sufrido en el ultimo medio siglo. En un reciente artículo, Oppenheimer afirmó que La Habana, “tendrá que negociar las compensaciones por las propiedades expropiadas [a Estados Unidos], al igual que lo hicieron Alemania y Vietnam cuando se reinsertaron en la economía global. Mientras tanto, Castro merece un Nobel de hipocresía política”. Insistiendo en la desvalorización del gobierno cubano, el “cruzado del Herald” contribuye a socavar la continuidad de las tratativas diplomáticas entre la isla y Estados Unidos, destinadas a mejorar sus relaciones diplomáticas y comerciales.
En su programa de entrevistas difundido por la cadena CNN, el periodista argentino devenido en estadounidense entrevistó en septiembre último al candidato presidencial argentino, Daniel Scioli. En dicho reportaje trasuntó que el candidato e encontraba “colonizado por el kirchnerismo”, y auguró la necesidad de un ajuste económico, en coincidencia explicita con el establishment argentino (y trasnacional). En ese mismo programa se señaló el “atraso cambiario” y el “déficit fiscal y energético” como los temas centrales que tendrá que abordador Scioli, sumándose a las exigencias de los sectores agroexportadores y financieros aliados a los grandes fondos de inversión internacionales.
La ofensiva contra las políticas de bienestar y de inclusión social desarrolladas por el actual gobierno argentino se completó con la utilización de equívocos indicadores de corrupción modelados por los mismos actores que se encargan asiduamente de evaluar endeudamientos soberanos: semanas antes del proceso electoral a desarrollarse en Argentina y Venezuela “descubre” que ambos países [son] los campeones de la corrupción en Latinoamérica” y que dicha situación los ha llevado a uno “de los peores resultados económicos de América Latina” y a una permanente “desilusión” por parte de sus pueblos.
Curiosamente, la agenda instalada por Oppenheimer es idéntica a la difundida por la presidenta de la comisión de relaciones exteriores de la cámara baja estadounidense Ileana Ros-Lehtinen, nacida en La Habana y vecina del estado de Florida. Quienes se encarguen –en los próximos años– de llevar a cabo investigaciones históricas sobre el comportamiento de los medios de prensa y de sus periodistas “estrella”, deberán considerar la oportunidad de indagar, con más tiempo que el que permite la cotidianeidad, acerca de las relaciones íntimas entre política exterior e “información”. Quizás, en ese relevamiento sistemático y comparativo, se logren completar los interrogantes que la casuística apenas pueden intuir, o avizorar. Pero que sin duda tienen más el ritmo y la persistencia de una agenda de política exterior que de una efervescencia, o emergencia, ingenuamente periodística.
*Jorge Elbaum. Sociólogo argentino.
NODAL
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