Golpe de suerte —chiripa, o no—, el caso es que la caza de Bin Laden vino a otorgarle un poco de aire a su desinflada campaña electoral por la continuidad presidencial para un periodo de cuatro años más, que no despega y tampoco mira el campo libre, porque ni tiene mucho que ofrecer desde que ha perdido terreno frente a la derecha del Tea Party —partido del té—, y su representación republicana que opera como bajo el esquema de gobierno del clan de los Bush.
Obama gobierna sin resultados propios, ni en materia de economía ni de política local e internacional [las rebatingas internas, por ejemplo, lo obligaron la semana pasada a mostrar su acta de nacimiento por presiones del posible contrincante Donald Trump]; con un fuerte déficit público —hace dos semanas se andaba quedando sin presupuesto—, una economía deprimida, una política social en entredicho, tres guerras en marcha contra sendos países —en Irak, Afganistán y ahora en Libia— y un equipo diplomático en total descrédito por el papel de espionaje que juega, conforme a las revelaciones del portal Wikileaks de Julian Assange.
Animado dijo: “Estados Unidos realizó una operación en la que fue abatido Osama bin Laden…, un pequeño grupo de estadounidenses condujo el operativo con coraje y extraordinaria capacidad. Ningún estadounidense fue herido y se tuvo la precaución de evitar víctimas civiles”. Y agregó en seguida: “Luego de un tiroteo ultimaron a Osama bin Laden, y tomaron su cuerpo en custodia (…), se ha hecho justicia”. Porque Bin Laden fue señalado como el responsable de los atentados del 11/S y las tres mil víctimas a la caída de las Torres. Por lo mismo, Obama celebró junto al presidente pakistaní, Asif Alí Zardari, el “día bueno e histórico para nuestras naciones”. “El logro más importante hasta la fecha” contra la red terrorista, en una “guerra que no es contra el islam”. Pero siguió bajo los lineamientos del Pentágono establecidos por los halcones de Bush Jr.
Dentro de poco, con este anuncio de la muerte del líder de la organización Al Qaeda ocurrida en Abbottabad —a 60 kilómetros al norte de Islamabad—, el presidente estadounidense esperará elevar sus preferencias entre el electorado, sin mayores promesas porque tampoco las tiene o si las hace no tendría esperanzas de convertirlas en logros para una administración que está resultando más bien a todas luces gris.
Pero el pasado se impone. Y Obama, como todos los políticos del mundo, esperan que la memoria histórica popular sea hecha añicos en todo momento para que juzgue la noticia como se le brinda de botepronto, así sea por la cadena CNN. Porque más allá de haberse convertido en “el enemigo público número uno” tras el 11/S, no se olvida que durante la Guerra fría Osama fue un colaborador estrecho de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, tras la invasión soviética en Afganistán en 1979 como organizador del mantenimiento logístico de los mujaidines afganos, que tanto elogiaran los políticos gringos y hasta explotara Hollywood con la película de Sylvester Stallone, en Rambo III.
La CIA le pagó a Bin Laden por esos servicios. El nexo: Osama era cuñado de Khalid Bin Mafhouz, el entonces director del BCCI —banco de la CIA—. Sin embargo, tras la primera invasión de EU a Irak, en 1991, Laden declaró la yijad —guerra santa— a Estados Unidos por ocupar territorio saudí para dirigir desde ahí la guerra contra Saddam Hussein. El derribo de tres helicópteros de EU en Somalia con saldo de 18 muertos, en octubre de 1993 fue un atentado achacado a Al Qaeda. En 1998, contra las embajadas de EU en Kenia y Tanzania. Igual que el 11/S en 2001 y otros más: 11/3/2004 en Madrid, 7/7/2005 en Metro y autobús de Londres.
Más allá de la suspicacia del autoatentado del 11/S en Nueva York, los hechos hablan por sí. 1) El ataque a las Torres Gemelas ocurrió cuando Bush Jr. tenía el nivel más bajo de aprobación porque se había declarado ganador con las elecciones de Florida, un estado gobernado por su hermano Jeb. 2) La tesis de la privatización de las Torres también campea, porque habían sido públicas. 3) Apoderarse del oro que estaba en los sótanos del WTC. 4) Desaparecer los archivos de la General Accounting Office (GAO) sobre los Bush. Y, 5) ¿También para tapar el hoyo que significó Enron?, cuando la Torre 7 se cae unas horas —5:30, pm.— después sin impacto alguno, salvo dos pequeños incendios. El 11/S resultó, al parecer, un tiro de muchas bandas.
Una cola de tamaña conspiración orquestada por los llamados Neocon, parece que está alcanzando ahora a Barack Obama, se lo proponga o no. De ahí su satisfacción por la caza de Bin Laden, un cadáver que se apresuraron a lanzar al mar desde la plataforma de un portaaviones, por el temor a represalias.
Pero con todo y no todo el mundo se mastique las mentiras de EU, y más allá de que Bin Laden haya sido calificado como enemigo público número uno tras los atentados del 11/S, el caso es que en el ejercicio de la política internacional que coloca por delante los intereses estratégicos —mejor conocidos como de “seguridad nacional”—, EU hace y deshace con “amigos” que luego convierte en “enemigos” por así convenir a sus políticas en el mundo.
Pero Bin Laden no es un muerto más. Por el número de seguidores que consiguió, es verídico el temor de que vuelvan los ataques o atentados contra intereses de EU en el mundo. Pero al parecer eso no le importará a Obama. Porque él quiere conseguir la reelección en 2012 a toda costa. Así sea justificando las guerras como los republicanos o los Bush. No tiene más cartas que las de la guerra que le heredaron los dos gobiernos anteriores. Por eso ordenó el operativo contra el líder de Al Qaeda hace ocho meses.
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