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Una historia necesaria.


Pedro José Madrigal Reyes (Por cortesía del autor).Tengo un amigo –el mejor- desde la infancia con el que he compartido todas las etapas de mi vida, incluso la pobreza en la que nacimos, y la verdad es que no estoy seguro de si yo he ido a remolque de él o el ha ido tras mis pasos; pero ocurre que hemos estado juntos desde que tengo memoria –en la escuela, en la secundaria y en la universidad (tenemos la misma profesión)-. Estando en la universidad nos embarcamos en los primeros proyectos sociales -derivados de la revolución-, hasta que terminamos destacados en una brigada de atención médica durante el huracán Mitch; allí contrajo una enfermedad que le cambiaría la vida para siempre –por respeto no la mencionaré-, le recuerdo extremadamente delgado, todos las atenciones dispensadas por el personal médico sanitario eran insuficientes, las pruebas no arrojaban datos que permitieran un rápido diagnóstico, incluso llegó a perder parte de sus habilidades motoras, pero siempre se sobrepuso a la adversidad.

En ese tiempo el aún creía en la posibilidad de la existencia de un ser superior -hoy es ateo-. Recuerdo que solía contarme lo que le ocurría y en una ocasión comento que veía cosas, seres humanoides propios de pesadilla, pero entre ellos había un personaje que le era indistinguible y que le intrigaba, que se ocultaba entre las sombras, que le observaba impertérrito desde la oscuridad –que en su presencia se percibía olor a flores-, que sólo desaparecía si había luz… Las especulaciones de los conocido no se hicieron esperar, uno le decían que era un demonio y que además era el que le mantenía enfermo, otros decían que era el ángel de dios protegiéndolo durante su padecimiento –que recordara que la santidad huele a jazmín-; el neurólogo dijo que sólo eran alucinaciones producto de la encefalitis provocada por la enfermedad, agravado con el fallo hepático, cardiaco y renal.

Paso el tiempo y al final tras dos años de arduo tratamiento, inicio una lenta recuperación, pero aquel señor de bata blanca, casi un amigo, casi un guardián, le dijo que lo peor había pasado pero que dadas sus características genéticas mantendría la infección latente el resto de sus días y que cuando se produjeran las condiciones la enfermedad haría presencia nuevamente…; desde entonces ha vivido esperando lo peor cada día, el dice que vive como un antiguo samurái, preparado para enfrentarse al final cada día; mientras llega ha desarrollado una empatía casi patológica, una bondad desmedida –nunca he entendido porque la ciencia se interesa por los casos que generan sociópatas y estos quedan al margen-, que lo condujo a abandonarlo todo, quizás invadido por el espíritu de Korchaguin (¹) -siempre quisimos emularlo, y paradojas de la vida, el ha acabado padeciendo una enfermedad similar-.

Inició lo que él denomina su nueva vida, la que le ha llevado a muchos rincones del mundo, a esos pueblos olvidados de los que intuyo quiere formar parte, pues suele afirmar que ellos –los olvidados, los nadie dice Galeano- son su patria; así ha vivido durante los últimos nueve años, pero el enemigo durmiente que les comente antes volvió, y se vio obligado a dejar su profesión, pues parte de su cuerpo dejó de obedecerle para siempre… fue triste verle derrotado, abandonado a su nueva situación, a la desesperación de creerse un inútil… pero ese tipo está hecho de una pasta especial, es como el mítico fénix, y hoy ha vuelto a la vanguardia de las luchas, de las causas.

Su nuevo propósito es dedicarse a viajar por el mundo –más bien convertirse en un vagabundo-, su objetivo es documentar mediante testimonio gráfico todas las desigualdades que salpican la realidad… Le dije que ha perdido el juicio, que en su estado es poco menos que una locura…, su respuesta: “… simplemente quiero que mi nueva vida siga estando al servicio de nuestras luchas…”; y haciendo alarde de su humor característico añadió: “… de todas maneras ese tipo –el que se oculta en las sombras-, el de mis delirios ha vuelto y contigo somos tres…, así que sólo no estaré…”

Me temo que me ha convencido…

¹Protagonista de la novela; Así se templo el acero de N. Ostrovski.

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