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Golfo de México y Agatha


“La civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe”: Herbert George Wells (1866-1946).
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Hay catástrofes que son evitables y otras que parecen inevitables. Unas, las que dependen de la actividad humana y son hasta previsibles; otras, las que forman parte de los cambios propios de la naturaleza y nadie sabe cuándo se harán presentes. En el primer caso, están aquellos incidentes que se convierten en accidentes de consecuencias fatales por la falta de cálculo y falla en las tecnologías del hombre. En el segundo, devienen los eventos —casi siempre periódicos— que son intrínsecos a los cambios estacionales, pero desbordan las expectativas sobre las cuales normalmente se presentan.

Entre los primeros están aquellos “accidentes” como el de la fuga de petróleo en el Golfo de México, en el pozo ubicado a mil 600 metros de profundidad que está bajo la responsabilidad de la empresa British Petroleum (BP). En el segundo ejemplo, incidentes que desbordan la expectativa de los hombres como sucede con los terremotos y, en otros, eventos como la tormenta Agatha que pasó por Centroamérica hace una semana.

En ambos casos el desastre es de muy elevadas consecuencias. El primero, en cuanto a la destrucción de los ecosistemas marítimos por la prolongación en el tiempo de permitir un escape al mar de incalculables cantidades de petróleo. En el segundo, en cuanto a la pérdida de vidas humanas y sus secuelas en infraestructura y vivienda, en países pobres como Guatemala.

El problema es que en ambas situaciones las consecuencias se hacen mayores por los errores humanos. En el primero, porque la avidez de ganancia de la industria del petróleo se coloca por encima de todo, incluso del “ahorro”. En el segundo, porque la falta de precaución —la adopción de medidas preventivas, las mínimas indispensables— magnifica las tragedias.

Valga otra vez el comparativo. En el primer caso, porque fallan los cálculos sobre la resistencia de los materiales utilizados (una válvula de seguridad del pozo que no funcionó; ¿pero porqué una y no diez?) a elevadas profundidades del mar; errores de los ingenieros de proyecto. Falla humana. En el segundo porque, pese a los antecedentes sobre tormentas similares, los gobiernos no aplican medidas simples de protección de la población con anticipación; omisiones de los gobiernos. Fallas humanas.

En un caso, el problema del derrame está creando uno de los peores desastres, por el impacto derivado del petróleo disperso en el mar y en las playas aledañas; el daño a los ecosistemas será incalculable. Un síndrome de que todo el sistema de la industria de la transformación actual, petrolera en este caso, está llevando al mundo hacia su propia destrucción. La autodestrucción del hombre, en aras de una causa no justificada por la necesidad sino totalmente injustificada por la voracidad de mayores ganancias.

En el otro, una muestra más de que una cosa es la presencia de fenómenos naturales, como Agatha o en su momento Stan, que se presentan con una fuerza incontrolable por el hombre, pero otra muy distinta que no se tomen las medidas preventivas suficientes para evitar el máximo impacto. Desde luego por las vidas humanas. En este sentido apuntan los señalamientos de los medios guatemaltecos hacia el presidente Colom, porque no actuó y no previó, en el caso de Agatha, pese a la experiencia de Stan. Y les asiste la razón. Por eso, como dice en su edición dominical el diario La Hora de Guatemala: “Agatha y Stan no son sólo dos desastres naturales, también serán recordados como grandes errores gubernamentales”.

En el caso del desastre de BP, esta empresa se enfrenta a la furia de los ecologistas de todo el mundo; a los pescadores afectados de las costas de EU, y a los reclamos del propio gobierno de Obama. BP tendrá que responder a las demandas presentadas en su contra por las afectaciones de una fuga incontrolada en mucho tiempo. Pero no puede olvidarse que, como en el caso del gobierno guatemalteco, los mismos EU tienen responsabilidad en esto, porque son ellos los que “alquilaron” los servicios de BP para perforar y extraer petróleo del Golfo a esas profundidades.

Así, en Guatemala muchas personas pudieron conservar la vida tras el paso de la tormenta Agatha. El caso es que según los datos finales de la tragedia, hay un total de 170 fallecidos, 148 heridos, 101 desaparecidos y cerca de 70 mil damnificados. Ahora, como le ocurre a BP con la colocación de parches mal pegados, lo mismo a Colom. La petrolera BP puede tratar de engañar al mundo con el “embudo” colocado para capturar parte del petróleo fugado, pero eso representa una salida falsa o provisional.

En Guatemala, el presidente ha hecho un llamado a la población “a la unidad nacional”, para enfrentar el desafío de la reconstrucción. Y una petición al gobierno de Estados Unidos, al solicitar el Estatus de Protección Temporal para el millón 200 mil indocumentados guatemaltecos que están allá. Esperando con ello, que la comunidad migrante juegue un papel “fundamental” con el envío de remesas para la reconstrucción de su país.

Pero en el pecado llevan la penitencia y los daños están hechos. Más lo que falta en ambos casos, porque son asuntos irresueltos todavía. Para BP resolver el problema de fondo y con alguna otra medida definitiva. No como ahora, con paliativos. A Colom, aparte de enfrentar los problemas de la reconstrucción y cargar con el peso de aquellos guatemaltecos que murieron pero pudieron no perder la vida, convencer a la población y al mundo que estará haciendo lo indispensable de ahora en adelante. Pero ocurrieron situaciones similares a las de Stan en 2005, cuando fallecieron 669 personas (pudieron ser 2 mil) y hubo cuantiosas pérdidas económicas también.

Así sea con todo el dinero de sus arcas, ni con eso pagará BP los daños generados por el accidente tras la explosión de la plataforma “Deepwater Horizon”, el pasado 21 de abril. La compañía Transocean Ltd con sede en Suiza, la propietaria de la plataforma, presume ser “la mayor extractora de petróleo submarino”, con 140 plataformas de perforación y 18.000 empleados. Claro que ahora no ha dicho “esta boca es mía”. Se ha hecho la occisa en todo momento. Pero como dicta el refrán: tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata.

Colom tiene una deuda con los guatemaltecos; los petroleros (EU-BP- Transocean) con el mundo y con la ecología del Golfo de México. Todo por no hacer lo indispensable para prever lo que, ya encima, se convierte en catástrofe.

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