El hombre de Trump para gobernar Brasil, apoyado por Marco Rubio

L. Alberto Rodríguez.─ Resueltas las elecciones en México, los ojos de Latinoamérica voltear a ver a su otro gigante, Brasil. En el próximo octubre, el país elegirá de todo: alcaldes, los dos congresos y la Presidencia de la República. Son las elecciones más complejas en la historia de la democracia brasileña.

Por un lado, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva es el puntero en las preferencias, pero se encuentra preso por un delito que no se le ha demostrado. Por el otro, figura Jair Bolsonaro, aspirante de la derecha, pero no cualquier derecha: a este diputado por Río de Janeiro se le conoce por proponer la vuelta de la dictadura militar y legitimar las violaciones de los derechos humanos.

¿Es posible en pleno Siglo XXI un político como Bolsonaro? ¡Claro! Sobretodo si no actúa solo. Su talante pronazi, homofóbico, misógino y militarista, es acompañado por su par estadunidense; ni más ni menos que el senador republicano Marco Rubio, quien financia y apoya las aspiraciones del político carioca. Veamos:

Metido en las elecciones brasileñas, Rubio pretende seguir secuestrando la política hacia América Latina de la Casa Blanca y agradar a Donald Trump, reinstaurando el conservadurismo militar en Brasil. Por ello, el senador por la Florida inyecta dinero a la campaña de Bolsonaro quien, desde que sumó el apoyo de Rubio, escaló del cinco al veinte por ciento en las encuestas presidenciales. Y de hecho se ubica como ganador en todas las mediciones que no incluyen a Lula Da Silva.

¿Cómo opera a alianza Rubio-Bolsonaro? Porque está claro que no tienen que verse todo el tiempo para funcionar. Ese es trabajo de Valdir Ferraz, asistente de suma confianza de Bolsonaro, quien constantemente viaja a Miami a recibir dinero e instrucciones de Rubio. A cambio, el republicano instruye la agenda del sudamericano y hasta lo acompaña a sus viajes fuera de Brasil.

La relación entre Bolsonaro y Rubio es relativamente nueva. Estos ilustres personajes se conocieron durante la primera visita del político carioca a los Estados Unidos, el 7 de octubre del 2017, cuando se reunió con integrantes del Partido Republicano y del dobierno de Trump. El más reciente encuentro registrado entre ambos dentro de EU, ocurrió en marzo de 2018, cuando almorzaron en la casa de Rubio y se quedaron charlando por espacio de cuatro horas, en privado. Por supuesto, a solicitud del anfitrión, no se tomaron fotos ni se hicieron comentarios al respecto.

A cambio de apoyarlo financiera y mediáticamente, Rubio ordenó a Bolsonaro lograr, lo antes posible, una bancada en el Congreso que lo apoye contra Lula o, en ausencia de este, de Fernando Haddad, alcalde de Sao Paulo nombrado por el Partido de los Trabajadores como su candidato presidencial, hasta que el ex presidente brasileño salga de la cárcel.

Y es que las coincidencias entre Rubio y Bolsonaro son muchas. Ambos, por ejemplo, son acérrimos partidarios de la liberalización de las armas. El aspirante carioca ha propuesto abiertamente que la gente en Brasil pueda portar armamento… en el país que acaba de romper su taza histórica de asesinatos con 30.3 por cada 100 mil habitantes en un año, 30 veces más que en Europa, un asesinato cada diez minutos, ubicándose como la región más violenta de Sudamérica.

Pero esto parece no importarle al carioca. Bolsonaro fue capitán del ejército y es un abierto defensor de las dictaduras militares. De hecho, su candidato a vicepresidente es un militar. Su asesor para temas de Defensa es Augusto Heleno, ex jefe de la misión militar brasileña en Haití, ligado a la Embajada y Ejército de Estados Unidos, identificado por las autoridades haitianas como “hombre de los americanos”, justo en el tiempo cuando se dispararon las cifras de violaciones sexuales, sobre todo de menores, en ese país caribeño.

También Bolsonario fue multado en 2011 por hacer comentarios racistas y misóginos. Algo que se repitió en 2017. Es un personaje conocido en Brasil por declaraciones como “indios hediondos”, “si veo a dos hombres besándose los voy a golpear”, “escoria” (refiriéndose a inmigrantes); “el afrodescendiente ya no sirve ni para engendrar”; “no te violaría porque no lo mereces”.

¿Más? Ha propuesto la tortura como castigo judicial. Dijo que Lula era un borracho. Ha declarado tener nostalgia por las dictaduras militares. De hecho, afirmó que no hubo dictadura en Brasil y que su error fue torturar y no matar. Tiene sobre sí tres condenas judiciales por injuria y violación y más acusaciones penales ante el Supremo Tribunal Federal.

Este es el hombre de los americanos para ser el nuevo presidente de Brasil. Supongo que para la comunidad internacional no debe ser cosa menor, toda vez que este país no logra recuperarse de la crisis social y política propiciada por el golpe parlamentario que impuso a Michel Temer en 2016 y una devaluación económica que ya supera el 12 por ciento en los últimos tres meses. Sobre esta base, Bolsonaro es una amenaza y su posible llegada a la Presidencia sería un desastre, no sólo para Brasil, sino para toda la región. Es la mano de Washington metida en Latinoamérica y esa es su apuesta.

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