Fuente: TeleSUR |
Los criminales suelen tener formas de operación fijas y constantes, que los identifican, y es obvio que un “nuevo modus operandi”, calificado de tal porque prácticamente no había antecedentes de él en Venezuela, es idéntico a los procedimientos usualmente empleados por dos categorías de homicidas: los sicarios y los paramilitares colombianos. Las dos variedades de delincuentes adquirieron visibilidad a partir del 9 de mayo de 2004, cuando el presidente Hugo Chávez Frías anunció la detención en Baruta de 130 paramilitares colombianos con uniformes militares venezolanos. Los menores fueron devueltos a su país; el resto fue indultado en 2007. Averiguaciones ulteriores revelaron que la finalidad del grupo era participar en un plan de magnicidio y luego efectuar ataques contra el ejército venezolano, a fin de representar un aparente cuadro de guerra civil que legitimara una intervención extranjera. Uno de los reclutas que intentó desertar fue ejecutado con una técnica atroz propia de esos grupos, la “corbata colombiana”. El alojamiento, el transporte, la logística y la intendencia habían sido costeadas por conspicuas figuras de la oposición venezolana (Britto García Luis y Miguel Ángel Pérez Pirela: La invasión paramilitar. Operación Daktari. Caracas, Correo del Orinoco, 2012).