Cuba: Las prioridades de Donald Trump

La topadora Trump con el símbolo
mayor de la derrota, los mercenarios
invasores por Playa Girón a Cuba


“Nuestra independencia es condición 
de esencia de la vida”- José Martí.
 
Arthur González.─ Fuertes dolores de cabeza tendrán el nuevo presidente de Estados Unidos y su equipo de trabajo en cuanto a las prioridades de su política hacia Cuba, anunciadas recientemente por su portavoz, Jason Miller, en una conferencia de prensa.

De acuerdo con sus declaraciones, las supuestas prioridades de Donald Trump, cuando tome su asiento en la Sala Oval, serán “los presos políticos, los fugitivos de la justicia norteamericana, la libertad política, religiosa y los derechos humanos en la Isla”, lo que puede convertirse un bumerang para el nuevo Presidente, al tener los Estados Unidos el techo de un fino cristal en esos temas.

Las veleidades de Trump, lo han hecho hablar sobre Cuba de forma irracional, demostrando que no conoce de su historia, de los constantes fracasos de la política yanqui en casi 60 años, además de proyectar una imagen inconsistente cuando afirmó durante las primarias, “que apoyaba la apertura hacia La Habana” y semanas después prometerle a la mafia terrorista de origen cubano de Miami  que “revocaré las medidas ejecutivas aprobadas por Barack Obama si el gobierno de los Castro no restaura las libertades”.

Trump se ha rodeándose de funcionarios de origen cubano ligados a esa mafia terrorista, que pasados 60 años aun añoran retornar a un pasado oprobioso como el que vivió el pueblo cubano bajo la dictadura de Fulgencio Batista, cuyos abuelos y padres participaron en muchos de sus crímenes y desmanes, como es el caso de los hermanos Díaz-Balart.

En tono amenazante y pasado de moda, debido a su probada inefectividad para derrocar a la Revolución cubana, Reince Priebus, futuro jefe del gabinete del Presidente, aseguró:

“Trump aguardará por algunos movimientos del Gobierno cubano en cuanto a las libertades, para entonces decidir cómo será su relación con la Isla y, de no haberlos, revertirá el acercamiento entre ambas naciones iniciado en diciembre de 2014”.

Pésimo comienzo en el tema cubano para un inexperto Presidente, quien antes de hablar debería estudiarse los escandalosos fracasos de la política de agresiones hacia Cuba, llevadas a cabo por 11 administraciones que le precedieron, y sacar conclusiones que ni la guerra económica sostenida desde 1959, ni los planes de terrorismo de estado, las múltiples operaciones de guerra psicológica y mucho menos la invasión de la brigada mercenaria 2506, pudieron destruir un auténtico proceso revolucionario.

Las declaraciones efectuadas por Trump ante el fallecimiento del líder Fidel Castro, calificándole de “brutal dictador, que oprimió a su propio pueblo y dejó un legado de fusilamientos, robos, sufrimiento inimaginable, pobreza y negación de derechos humanos fundamentales”, auguran un retorno a la añeja política de agresiones de todo tipo, a la que el pueblo cubano está acostumbrado y donde, sin dudas, acumula su más amplio caudal de experiencias, incluso mayores que para una etapa de aparentes “relaciones diplomáticas”.

Aunque el portavoz, Jason Miller, afirmó: “el Presidente está consciente de que el de Cuba es un asunto muy complejo y con muchos matices”, ­habrá que esperar cómo el Consejo de Seguridad Nacional le impone a Donald Trump, frenos a su incontinencia verbal en asuntos que ponen en peligro “ciertos avances” logrados por Estados Unidos en política internacional, pues no solo Cuba ha sido blanco de sus declaraciones, sino también China con el caso de Taiwán.

Los asesores del nuevo Presidente deberán explicarle el historial de crímenes que acumulaban los fusilados en Cuba desde 1959, que los juicios fueron públicos y lo afirmado en 1968 por el inspector principal de la CIA, Lyman B. Kirkpatirck Jr., en su libro The Real CIA, pp.168-169:

“Los testigos llevaban fotografías para probar los hechos, las que habían sido tomadas por un médico a una mujer a la que atendió. Era una maestra que fue arrestada con uno de sus alumnos, sobre el que existían sospechas de que conspiraba contra el gobierno de Batista.

Ella fue severamente golpeada, hasta dejarla inconsciente, fue liberada porque, por fortuna, su hermana tenía amigos de alto nivel en el gobierno, capaces de abrir las puertas de la prisión. El médico que la trató dijo que nunca había visto un cuerpo humano más maltratado […] Las horribles lesiones en la mujer eran convincentes, al igual que los reportes de casos y más casos de hijos de prominentes familias […] que había sido arrestados y asesinados”.

Reince Priebus debe ayudar a su Presidente a conocer que, el verdadero sufrimiento inimaginable, la pobreza y negación de derechos humanos fundamentales, lo sembró Fulgencio Batista con los 20 mil muertos por asesinatos, desparecidos y jóvenes torturados, por solo tener un pensamiento diferente de cómo debía ser su patria.

Batista y sus secuaces mataron y robaron todo lo que quisieron y en 1959 recibieron refugio seguro en Estados Unidos.

Si Trump desea hablar con Cuba sobre fugitivos de la justicia, tendrá que saber es su país quien tiene un numeroso grupo de cubanos prófugos por delitos comunes, los cuales desde 1959 fueron reclamados por los tribunales y jamás los extraditaron a la Isla.

Para mayor desvergüenza, aún tienen al terrorista Carlos Alberto Montaner, el cual fue sorprendido cuando colocaban una petaca incendiaria en un centro comercial habanero, siguiendo órdenes de la CIA, con una causa pendiente en Cuba.

Otro connotado asesino es Luis Posada Carriles, uno de los principales autores de la explosión de un avión civil en pleno vuelo y de otros actos terroristas contra varias instalaciones hoteleras de la capital cubana.

Sufrimiento inimaginable ha sido el del pueblo cubano a causa de los planes de Acción Encubierta ejecutados por la CIA desde 1959, uno de los cuales expresa textualmente una pléyade de actos terroristas contra todos los centros económicos de Cuba, y sentencia entre sus páginas el verdadero carácter inmoral de Estados Unidos, al afirmar:

“Cada acción tendrá sus peligros; habrá fracasos con la consecuente pérdida de vidas y acusaciones contra EE.UU. que resultarán en críticas en casa y afuera. Ninguna de esas consecuencias esperadas deberá hacernos cambiar nuestro curso, si el programa expuesto tiene éxito”.

Donald Trump y su nuevo gabinete deberán comprender, y pronto, que el único movimiento que podrán observar en Cuba es el de su pueblo, cuando ante cualquier intento de agresión militar de Estados Unidos, se vista nuevamente de verde olivo para defender, hasta la última gota de su sangre, la independencia y soberanía alcanzada en 1959 por el invicto ejército rebelde encabezado por Fidel Castro Ruz.

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