El materialismo histérico de Ramos Allup

Jesús Ernesto Parra.─ La reciente declaración conciliadora de la OEA en torno a la situación venezolana dejó en entredicho la campaña de intriga elaborada con maestría por los medios internacionales, la oposición venezolana, y protagonizada con exagerado entusiasmo por el secretario general de ese mismo organismo: Luis Almagro. Esa campaña prometía un retorno de las antiguas formas de la diplomacia neocolonial, donde un sheriff regional -especie de guachimán con visa norteamericana- restablecía el orden a favor de las fuerzas de aquello que J.F. Kennedy tituló la Alianza para Las Américas.

Pero peor, este documento diplomático, donde el resto de países del hemisferio se deslinda de salidas violentas y atajos intervencionistas para dirimir la actual crisis venezolana, dejó al descubierto las olas de pánico que corren en redes sociales, llamadas telefónicas y en los pasillos de la Asamblea Nacional. Es tal la exacerbación de emociones que esta nueva decepción deja a las filas de la oposición venezolana, que un descuadernado Henry Ramos Allup no dilató en adjetivar de hipócrita a quien hasta hace unas horas era posiblemente su redentor: el presidente argentino Mauricio Macri.

El arranque de Ramos Allup no es gratuito, sino que forma parte de un aparataje de falsas creencias que ha llevado a la oposición por un millar de callejones sin salida como este que ahora se cierra como ataúd sobre ellos. La dirigencia opositora, y la masa crítica zombie que empuja a través de su interminable guerra mediática, carece de un elemento crucial en la estabilidad de todo sistema emocional y psíquico. La oposición carece de sentido del límite. Esa pérdida de los referentes le hace creer -desde su inmadurez- que el mundo entero comparte (o debe compartir con ellos) de forma automática sus valores, creencias y aspiraciones. Un grupo de gestos que además quedaron muy mal parados con la reciente decisión de sus amigos hemisféricos de dejarlos de lado. Al menos por ahora.

Esta oposición venezolana tiene una enorme capacidad para lo inoportuno, lo incómodo, los tiempos forzados que ponen en situaciones comprometidas a sus aliados, ya hartos de tanto desorden. En alguna oportunidad el analista Alfredo Serrano lo señaló: la derecha venezolana apela a viejos símbolos, a antiguas formas de la política y la ostentación de poder, quedándose atrás en el resto de las formaciones de línea similar en el continente. Una derecha vetusta, retrógrada, desesperada, amparada por instituciones -o formas institucionales- de la Guerra Fría. No importa que se pongan cachuchas, camisas Columbia o pantalones cacheteros. La oposición venezolana huele a exilio cubano de los setentas, a escuela de Chicago, y a pacto de oligopolios. A la hora de la verdad nadie se quiere apuntar en ese esquema porque la fragilidad de los Estados-naciones, bombardeados por el narco, la corrupción y los fondos buitre, no le pintan un futuro mejor al poco capitalismo que queda parado en la región.

El gesto que delata su problema con los tiempos, y su inmadurez política militante, es la incapacidad de este sector de ponerse de acuerdo entre ellos mismos. Eso llevó a que no activaran en el momento previsto los mecanismos del referendo revocatorio, y ahora se debatan en una lucha estéril contra molinos de viento que ponen sobre la cabeza de Tibisay Lucena. En eso radica su ansiedad por cumplir con fantasmagóricos compromisos y dictar leyes absurdas para liberar asesinos, ladrones y prostitutas en un ejercicio de política babilónica desde los curules de la Asamblea Nacional. Dentro de esa misma línea perdieron la oportunidad dorada, quizá la más hermosa que alguna vez hayan tenido: liderar la recuperación económica del país y dejar en un segundo plano al Ejecutivo ganando la mano de la legitimidad, la opinión publica, y reforzando su tan remachada tesis del modelo fallido del chavismo.

A Ramos Allup, Machado, Capriles y López el conocimiento de esta realidad, aunque no lo admitan hacia afuera, los llevó a jugar la Carta Almagro. Una carta marcada que no secundaron sus socios del continente, por sucia y extemporánea. Por más que se tomen la foto con ellos, no les regalaron su firma. Las cosas no están para gestos gratis en el mundo, si no pregunten al mismo Mauricio Macri, que aun así vendiendo la soberanía nacional argentina para pagar a precios exorbitantes a los fondos buitre, privatizó los servicios públicos de su país y subió los precios de todos los renglones básicos del consumo, no ha recibido el primer dólar del capital financiero internacional tan prometido en su campaña presidencial llena de medias verdades.

La oposición venezolana sigue atrapada en el espejo complaciente de la telepolítica. Mientras desde hace meses el presidente Maduro extendió la mano para el diálogo, ellos respondieron al llamado con burlas y telemaratones que semejaban una versión delirante de "Contesta por Tío Simón". Ahora, cuando sus socios regionales los invitan a que se sienten a hacer política de una buena vez, los despachan con insultos desde sus cuentas de Twitter.

El psiquiatra Pedro Tellez retrata muy bien la conducta psicótica de esta dirigencia. Dice el galeno que el psicópata no mira en las cosas al conjunto de la realidad, sino que se mira a sí mismo cuando las observa. El materialismo histérico de Henry Ramos Allup.

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