En el Cielo de Indra, cartas desde la ternura [+ e-book]

El intercambio epistolar entre Gerardo Hernández Nordelo, uno de Los Cinco Héroes, y la santaclareña Carmen González Rodríguez quedó recogido en el e-book En el cielo de Indra, cartas desde la ternura, realizado por la periodista Norelys Morales Aguilera y que se presentó este mediodía en la sala interactiva de la Feria Internacional del Libro, en Villa Clara, así lo reseñó el periódico Vanguardia,

La presentación del libro electrónico “En el cielo de Indra. Cartas desde la ternura” fue uno de los sucesos editoriales más trascendentes de la última jornada de la versión villaclareña de la Vigésimo Cuarta Feria Internacional del Libro.

Norelys Morales, periodista de Telecubanacanán y destacada bloguera cubana, fue la autora de la obra y agradeció al Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos en Villa Clara, quien apoyó la idea, así como a la colaboradora Nely Valdés Toledo, miembro del Grupo Provincial de los cinco y promotora cultural. “También dedico este e-book a los héroes cubanos y a todas las personas que en el mundo abrazaron la causa de su liberación y que promovieron tantas iniciativas hasta conseguir su regreso”, informó la emisora CMHW.

Ambas notas informativas están firmadas por las colegas Osmaira González Consuegra y Dalia Reyes Perera, destacadas periodistas villaclareñas, que han seguido con entrega y constancia la causa de los Cinco.

Nota introductoria del e-book

Aquí se presenta la crónica de una mujer que forjó una sólida amistad con Gerardo Hernández Nordelo, uno de los Cinco antiterroristas cubanos (Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando y René González) hechos prisioneros en Estados Unidos, que ha sido el proceso judicial más largo, parcializado y controvertido en esa nación.

No es una biografía, aunque la vida de esa mujer, una cubana más como se define, es repasada por la correspondencia entre ambos, y crece la amistad desde la solidaridad. Los barrotes de una celda tampoco pudieron esta vez cercar la ternura.

Se han seleccionado un grupo de cartas que Gerardo envió a Carmen por más de una década. También el lector encontrará un índice de nombres con todas las personas mencionadas en la correspondencia y fotos.

Quien escribe un texto, no suele dar el juicio más indicado para valorar el contenido que ofrece a sus lectores, por lo que anteceden a la crónica que presentan las cartas de Gerardo, tres opiniones de quienes, desde la distancia, comparten la suerte de los cubanos y sus luchas.

Lic. Martha Lidia Ferreira – Uruguay: Una historia contada sin “golpes bajos”, sin amarillismo, con poesía, con datos concretos y verosímiles.
Emociona una sencillez tan rica en matices, olores y colores, percibida en cada circunstancia.
Se va adentrando despacio en nuestras emociones, mientras transcurre la lectura, hasta hacernos sentir estamos allí, inmersos en ella, formando parte de la historia. Lo cual considero es real: la historia siempre es colectiva, aunque se piense en primera persona.
Algo que, ya sabiendo triunfó la dignidad de muchos, sobre la indignidad de varios, cobra una dimensión especial, que hace rememorar y dar justa dimensión a los hechos.
Una vivencia que todos los presos políticos del mundo podemos sintetizar en cómo se sobrevive en campo enemigo, en la permanente lucha dialéctica entre la libertad y los barrotes que intentan limitarla, entre el sentirse libre y ser un prisionero, que define claramente, la postura ideológica que se posee, fuente de férrea voluntad que nadie puede quebrantar.

Virginia Canova - Suecia: En esta crónica se van entrelazando historias y diferentes circunstancias de vida, que se podría decir, forman una trama, un tejido casi imposible de separar, una tela formada con amorosas historias: la Historia de Cuba, con sus sacrificios de niños pobres, la caña de azúcar, las circunstancias de esa vida que no se pueden elegir. Luego la amistad entre esta niña-anciana- historia cubana, y Gerardo. Pero también otra historia, la de los sentimientos y los amores: amor a la Patria, el querer al "otro" como parte de las vivencias, se podría decir, como si fuera uno más de la propia familia, el dolor por el otro, como el dolor propio. Y pienso en la amistad. En los últimos tiempos me he preguntado ¿cómo se podría definir la amistad? ¿Es un sentimiento real o un mito?
Sin duda, la amistad en las sociedades destruidas por el "todo se compra" se diluye y aleja, transformándose en una ilusión imposible de alcanzar. Sin embargo, se puede sentir que en la sociedad que sirve de marco para estos relatos de vida, la amistad y el amor por el otro no se alejan, sino que son tal vez alguna de las vivencias más cotidianas.

Alberto Más - Argentina: He leído cada párrafo de la historia, y no puedo dejar de repetir la emoción sentida cuando conocí a las familias de Los Cinco, o cuando las visitas de Ailín, Olga y Mirta a la Argentina, por eso imagino lo que sintió, y siente, Carmen ante cada palabra escrita por Gerardo, cada vez que recibía sus cartas.
En Carmen podemos reflejar los miles y miles que siempre tuvimos la convicción que, como dijera Fidel, volverían. Fidel lo prometió, la solidaridad presionó y Raúl cumplió.
La dignidad de Los Cinco, es el reflejo de la dignidad de millones de Carmen, de millones de cubanos revolucionarios. Sin esa revolución y sin revolucionarias y revolucionarios como Carmen Los Cinco no tendrían razón de ser.
Un mundo mejor es posible, y lo es porque hay muchos Cinco y muchas Carmen en Cuba y en ésta tierra latinoamericana que transitamos.


En el Cielo de Indra, cartas desde la ternura


“Se dice que en el cielo de Indra, rey de los Dioses, o
Devas, y Señor del Cielo y dios principal de la primitiva
religión védica, hay una red de perlas,
dispuestas de tal manera que,
si miras una de ellas, ves,
reflejadas, todas las demás”. Sutra Hindú



Carmen divisa el Cielo de Indra


El sello del nombre no hace a las personas, pero en ciertas historias sucede como si tomara autonomía, se escapara de su función apelativa individual, se transmutara y comenzaran a andar para cambiar el testimonio de una vida.

En esta historia el nombre de la mujer cuenta. Ella lo iba a saber hasta que fuese cierto que el prisionero Gerardo Hernández Nordelo, recibía sus misivas y no la de otros seres queridos o amigos, solo explicable porque los carceleros supusiesen que las cartas correspondían a su progenitora, también nombrada Carmen.

Ni pensar ni imaginar, tal vez resultado de lo que algunos llaman “la belleza de la acción indirecta”. Al decidir escribirle al condenado a dos cadenas perpetuas más 15 años de prisión, y otros cuatro compañeros, creció una amistad insospechada que trascendió hasta el sentido de su vida, o la razón del testimonio que se deja en el existir.

Ella hizo el recorrido mental por su primera carta, tanteando tal vez con la misma sensación probable del símbolo del náufrago que arroja una botella al mar.

Se preguntaba a sí misma, se respondía, y pudo hilvanar en su mente aquellas frases ligeras y diáfanas. Quedó listo el pliego. Firmó con su letra comprensible de cuidadosa secretaria y contable.

A nadie dijo su propósito de escribir a los Cinco (Antonio Guerrero, Ramón Labañino, Fernando y René González), pero, removía su aliento el caso de Gerardo Hernández Nordelo confinado a la prisión de máxima seguridad de Federal Lompoc, California, en los Estados Unidos, donde cumplía una condena descomunal, equivalente a sepultarlo en vida.

La animaba tirar una mínima piedra contra el muro de silencio e injusticia que soportaba el muchacho, acaso por el sentido maternal interior de las mujeres, más allá de otras consideraciones atendibles.

De mañana fue a la oficina de correos en su barrio de Santa Clara. Pidió un sobre, sellos y salió. Desde la puerta retrocedió. “Tal vez confundo las letras y pongo mal la dirección”. Quiso otro sobre más. Serán suficientes, “Tal vez Gerardo o ninguno puede responder a esta vieja sus cuentos olvidados o, de qué les van a servir”.

La penitenciaría de Victorville, la segunda parada del encierro de Gerardo en su itinerario de prisionero político, contó él, es una cárcel de máxima seguridad. En medio del desierto…

Durante cuatro decenios hombres y mujeres cubanos y de otros países habían cruzado el Estrecho de la Florida dispuestos a penetrar las formaciones de la CIA y sus grupos terroristas asentados especialmente en Miami con el propósito, en extremo altruista, de proteger a sus conciudadanos.

El día 18 de octubre de 1998 Carmen Aurora González Rodríguez, para sus amigos, Carmita, y su esposo Aldo Pissani Pocci, confirmaron lo que ya se rumoraba. Era la primera vez que detenían a varios cubanos en Miami, el enclave floridano de la contrarrevolución.

No había dudas. Fidel Castro admitía en Lisboa, a Lucía Newman, corresponsal de la CNN, la detención. Aunque, una vez más lo que la prensa miamense mostraba como derrota cubana, y se cebaba morbosamente en ella, Fidel lo convertía en acusación contundente más que en revés, en medio de la cotidianeidad difícil a que se aprestaban los cubanos de la Isla después del derrumbe del campo socialista y el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos, que era evidente ya en toda la vida normal de la ciudadanía.

Dos ideas no escaparon al matrimonio: que el país más espiador del mundo acusase de espionaje al país más espiado, y que, “Me parece- dijo Fidel- que las autoridades de Estados Unidos no han jugado realmente muy limpio”. Algo que tanto el matrimonio como el pueblo cubano iría comprendiendo mejor al paso del tiempo.

La noche estaba lluviosa, típica de la época de ciclones en la Isla, con esa humedad caribeña que cala en octubre. Pissani se tocaba el tórax antes lesionado por una explosión de bomba “made in USA” el 17 de abril de 1962, durante la invasión norteamericana con mercenarios cubanos por Playa Girón (Bahía de Cochinos), aunque él nunca se quejaba y ella lo sabía hasta en su respirar.

Quizás por eso Carmita no se detuvo a distinguir si su expresión era de algo de su cuerpo o por lo que Fidel estaba diciendo, seguido por ellos atentamente como por tantísimos cubanos. “Esto es para rato”, dijo Aldo.



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