Fidel Castro: La verdadera amistad [+ fotos]

Ayer recibí la visita del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, quien realizó un viaje al exterior relacionado con la defensa de importantes intereses petroleros de su país.

A su paso por Cuba aprovechó para hacer un contacto conmigo y saludarme personalmente como había prometido, el 13 de agosto del presente año cuando tuve el privilegio de cumplir 88 años. Ese día me había obsequiado algunas frutas, entre ellas, unas pequeñitas como perlas, que yo ni siquiera había visto nunca y son de excelente sabor. También me regaló un uniforme deportivo, obsequio de los atletas venezolanos que buscan laureles para su país.

Me alegró extraordinariamente que cumpliera tan pronto su visita, no solo por el honor que implica su presencia y acción rápida, que requiere la difícil tarea de llevar adelante la épica lucha de Hugo Chávez, sino también por las actividades excepcionales que está realizando.

Nuestro mundo está viviendo un momento excepcional y único, cada día es mayor el número de personas que está pendiente de ello. Entre tales acontecimientos, uno de los más dramáticos es el genocidio que se lleva a cabo en la Franja de Gaza, donde 1,8 millones de seres humanos viven acorralados entre el desierto, el mar y el poderío militar de un país del Oriente Medio, donde el imperio más poderoso que ha existido nunca ha creado a lo largo de más de medio siglo, y a un costo, según algunos estimados, que se aproxima a cien mil millones de dólares, una potencia militar nuclear sofisticada y a la vez irresponsable. Muchas personas se preguntan: ¿Quién gobierna a quién, Estados Unidos a Israel o Israel a Estados Unidos?

Los hechos son visibles. Cohetes con blancos programados, bombarderos veloces y precisos, artillería blindada y tanques modernos, atacan edificios repletos de personas, así como a hospitales, escuelas e instalaciones de servicios; matando niños, jóvenes, ancianos, madres y padres indefensos.

Antes ocurrían hechos atroces. Sin remitirnos desde luego a pasados milenios, sino a luchas que sucedían antes de la Segunda Guerra Mundial: guerra de Etiopía, Guerra Civil de España, bombardeo de Guernica, guerra de Japón para conquistar a China, intervenciones de Estados Unidos en América Latina; hechos que causaban conmoción, pero que en nada se parecían a las espeluznantes escenas que hoy se observan en las imágenes que cada ciudadano ve hoy en sus hogares por televisión. Los políticos se turban y el caos se hace evidente en la política mundial.

Por ello resultó tan útil el encuentro con el Presidente Venezolano. Me pareció sin embargo que guardar silencio no beneficiaría a nadie. Con la mayor sinceridad lo felicité por lo que estaba haciendo por el pueblo mártir de la Franja de Gaza. Que los países que sufren una tragedia merecen una ayuda continua en la medida de los recursos de un país, por dura que sea su propia situación. Eso fue lo que hizo Cuba, aun en sus tiempos más difíciles, bajo el feroz bloqueo yanki que dura ya más de medio siglo.

Lo que hace hoy Venezuela es un ejemplo excepcional. Son conocidas las medidas púnicas del imperialismo contra ella, desde que intentaron derrocar a Chávez con el apoyo de la oligarquía fascista de Venezuela, y eliminarlo si fuera posible. Éste nunca vaciló y fue solidario con nuestra Patria en los tiempos más difíciles.

Felicité a Maduro por su extraordinaria solidaridad con el pueblo heroico de la Franja de Gaza. Apenas llegaron noticias del genocidio y el elevado número de niños, madres y personas heridas o asesinadas por los ataques genocidas de Israel, ordenó preparar un avión militar de carga, de fabricación norteamericana, que solo con grandes dificultades puede superar el bloqueo de piezas por sus fabricantes, y enviarlo con equipos, medicamentos y alimentos esenciales a Egipto con destino a Gaza; envió además al incansable Ministro de Relaciones Exteriores a El Cairo a fin de obtener el apoyo pertinente para hacérsela llegar a quienes desesperadamente lo necesitaban.

Desde entonces los valientes pilotos venezolanos transportan su carga salvadora, que permite salvar madres, niños y adultos de la muerte. Leía hoy sin embargo un despacho de la agencia AP procedente de Venezuela, en el que se publican declaraciones de la “Asociación de Clínicas y Hospitales de Venezuela, que agrupa” a “centros de salud privados del país”, pidiendo al Gobierno que se declare una “emergencia humanitaria” para hacer frente a la “escasez de insumos, medicamentos, equipos médicos y repuestos” que, aseguran, “ponen en riesgo la vida de la población.”

¡Qué enorme casualidad! Esta demanda se realiza precisamente cuando en la Franja de Gaza se produce el genocidio yanki-israelita de la zona más pobre y superpoblada de esa comunidad que ha vivido allí a lo largo de milenios.

Eso es lo que hace tan meritoria la conducta de Maduro y los militares y especialistas venezolanos que llevan a cabo tan ejemplar conducta ante la tragedia del pueblo hermano de Palestina.

Muchas cosas se podrían decir ante este hecho notable si el Homo Sapiens lograra vivir, lo que estaría en sus manos, y no se extermina a sí mismo.

Durante un recorrido por áreas que implican grandes perspectivas alimentarias, aparecen dos trabajadoras. Les pregunté si conocían al acompañante. Lo miraron bien y dijeron: “El presidente Maduro”, y sonrieron con picardía. Les pregunté qué nivel de escolaridad tenían. La más joven dijo: “12 grados”. La otra, todavía joven y fuerte, respondió que era graduada como profesora de Educación Física y Deportes, en lo que trabajó varios años. Finalmente les pregunté si estarían dispuestas a trabajar en Venezuela, y con entusiasmo me respondieron: “¡Por supuesto que sí!”.

No me extiendo si pretendo publicar este escrito hoy mismo, como le expresé al Presidente venezolano.

Fidel Castro Ruz
Agosto 20 de 2014
6 y 44 p.m.

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Felicité a Maduro por su extraordinaria solidaridad con el pueblo heroico de la Franja de Gaza.
Lo que hace hoy Venezuela es un ejemplo excepcional.

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Durante un recorrido por áreas que implican grandes perspectivas alimentarias.
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Les pregunté si conocían al acompañante. Lo miraron bien y dijeron: “El presidente Maduro”, y sonrieron con picardía.

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